La línea clara de Pellicer pobló las páginas de las grandes publicaciones del primer tercio del siglo XX, entre ellas Blanco y Negro y ABC. En los años veinte, el dibujante madrileño estuvo en A Coruña, donde caricaturizó a una amplia representación de su burguesía. Muchas de esas caricaturas, datadas en 1927, aparecieron reunidas en un álbum bajo el título de Siluetas. Memorias de un lápiz (Moret).

Pellicer vivió unos años en A Coruña destinado como funcionario, y en la ciudad tuvo ocasión de relacionarse con la llamada alta sociedad de su tiempo: alcaldes, aristócratas, banqueros, abogados, escritores, artistas y un sinfín de señoras fueron retratados por su lápiz suelto y decidido.

"He ido a todas partes: cuando no paseaba por los Cantones en busca de un ademán o una postura característica, concurría a los teatros ávido de perfiles y sonrisas; me daba cita en los tés del Atlántic o salía a relucir en ese parque británico que lleva el sello distinguido y refinado de su insustituible director, para sorprender la costumbre tennística de sus habituales", confiesa Pellicer en Memorias de un lápiz, entre páginas que publicitan Crema dentífrica Orzán, Confitería y pastelería La Gijonesa, Gran Café Moderno, Foto Blanco, Los previsores del porvenir, Casa Barros, Camisería Carbajo, Casa de baños La Salud, Restaurante Lhardy...

"Pude conocer bellezas coruñesas y enfilar atrevido alguno de sus perfiles", admite el dibujante transmutado en lápiz: "En esta ciudad que La Eximia tituló Marineda, todas sus muchachas ríen. Diríase que todas están satisfechas de sus encantos y de su garbo".

El álbum se abre con una caricatura del sastre y dibujante Huici, "que mientras hace trizas las telas de Manchester y de Sabadell, sueña con que suban a sus entresuelos millones de los sótanos del Banco Pastor", donde tenía su taller. A través de las páginas de Pellicer, que, a su vez es caricaturizado por Cebreiro, Torrado y Cano, se pueden ver los rasgos precisos con los que caracterizó al conde de Maceda, a la condesa de Santa Marta de Babío, al conde de Canillas, al conde de la Torre de Cela, a Pedro Barrié de la Maza, Ricardo Rodríguez Pastor, Demetrio y Fernando Salorio Rubine, el dibujante Adolfo Torrado, el pintor Seijo Rubio, el músico Eduardo Rodríguez Losada, el escritor Wenceslao Fernández Flórez, el marqués de San Martín, los periodistas Emilio Pan de Soraluce y Arcadio Vilela y de muchos personajes más de aquella A Coruña feliz que todavía no conocía los odios de la guerra.

El capítulo de señoras es también generoso: Elisa Linares Rivas, Julia Somoza, Luisa y Carmen Menéndez Mariñas, Joaquina Salorio, María Molezún, Mary Wirtz, Manacha Souto, Esperanza Molezún, Eulalia Berea, Isabel Goyanes, Angelita Caruncho, Cecilia Español, Bijou Valderrama, Carmelina García Ramos... Nombres y apellidos, en fin, que algunos conocerán y que a la mayoría ni le sonarán llenan este álbum de Pellicer de su paso por A Coruña.

Tomás Pellicer murió en 1939 en Sevilla, donde estaba destinado en la Delegación de Trabajo. Los años diez y veinte habían sido su época más fecunda, cuando las grandes revistas del Madrid se disputaban su colaboración. "Desde los Reyes y las altas figuras de la aristocracia y de la política hasta los estamentos menos brillantes, pero muy notorios y populares en Madrid, todos fueron captados por el lápiz de Pellicer en líneas someras y precisas, que eran la semblanza caricaturesca perfecta de sus modelos", señalaba el ABC de Sevilla en el obituario del dibujante, cuyo trabajo en Emigración le había llevado a vivir en diferentes ciudades.