Era verano de 1936 y acababa de llegar a un pequeño pueblo de La Rioja, Rincón del Soto, para sustituir al médico titular. Estaba recién licenciado en Medicina y era joven. Leía, disfrutaba de los paseos en piragua por el río, tenía la ilusión de ejercer la profesión y una vida por delante. Pero inmediatamente conoció el dramatismo de la guerra, que lo puso ante un pelotón de fusilamiento. A los diez días de su llegada, los golpistas tomaron el pueblo y lo encarcelaron. No supo por qué pero de los diecisiete prisioneros que compartían celda en la cárcel de Zaragoza sólo se salvaron dos, uno de los cuales era él. Su hermano no corrió la misma suerte y fue fusilado. Pablo Uriel Díaz (Gómara, Soria, 1914) vivió para contarlo y dejó su conmovedor testimonio en No se fusila en domingo (Pretextos, 2005). En este libro se ha basado el dibujante valenciano Sento para contar en cómic la historia de su suegro, quien tras la guerra se instaló en A Coruña y ejerció durante cuarenta años como radiólogo.

Un médico novato, que obtuvo el Premio Internacional Fnac Sins Entido de Novela Gráfica, narra en viñetas la peripecia de Pablo Uriel, una de cuyas hijas, Elena, pintora, está casada con Sento Llobell, y ha colaborado en este trabajo. Ella es quien atesora y ordena el legado de su padre, y ha puesto color -tenue y como deslucido por el paso del tiempo- a esta historia en blanco y negro que será presentada en el próximo salón del cómic coruñés Viñetas desde o Atlántico.

El cómic tiene mucho del libro No se fusila en domingo, que en 1988 tuvo una primera versión en Mi guerra civil, prologado por Ian Gibson, y donde Uriel contaba su terrible experiencia bélica, iniciada el 19 de julio, cuando Rincón del Soto fue ocupado por una unidad de requetés y asistió a la inmediata represión de los golpistas sobre las gentes de izquierda, entre ellas sus propios hermanos. Uno de ellos, Antonio, secretario del Ayuntamiento de Soria y militante de Izquierda Republicana, fue ejecutado en septiembre con otros quince compañeros. Sus restos, enterrados en un bosque, fueron exhumados en 1971, en pleno franquismo, cuando nadie hablaba de abrir las fosas, un episodio que recoge el cómic, que también ilustra cómo el joven médico se veía obligado a practicar partos con los mismos instrumentos con los que amputaba brazos a los heridos en el frente.

Ya libre, fue movilizado como oficial médico del ejército nacional y participó en la batalla de Belchite, una de las más sangrientas del frente del Ebro. Cayó prisionero de los republicanos, que lo consideraron sospechoso sólo por ser oficial. Llegó a estar ante un pelotón de fusilamiento formado por sus propios correligionarios, que en el último momento le perdonaron la vida. Fue enviado a la prisión del Puig, en Valencia. Al acabar la guerra solicitó la plaza de médico para el dispensario antituberculoso y ahí empezó su vida coruñesa. En A Coruña, se casó, tuvo a sus cinco hijos y fue, en 1977, el primer presidente del Ateneo, hasta que, por problemas de salud, en 1980 volvió con su familia a Valencia, donde falleció diez años después.

Vicent Llobell, Sento (1953), adscrito a la llamada línea clara de la Nueva Escuela Valenciana, publicó una docena de álbumes de cómics, colabora en las principales revistas e imparte cursos de posgrado en la facultad de Bellas Artes. Vive con Elena Uriel en Sagunto.