Escribía comedias como churros. Baste decir que cuando aún no había cumplido los cincuenta años ya había dado a la imprenta nada menos que 77 obras. El prolífico Adolfo Torrado (A Coruña, 1904-Madrid, 1958) no cesó de cosechar grandes éxitos en los escenarios de la posguerra española y en el cine, aunque acabó siendo un autor denostado. Fue rico y popular, pero dejó una obra de escasa calidad y su nombre fue borrado con el tiempo de la historia de la literatura. Una de sus obras merece ser destacada, sin embargo, El gran calavera, gracias a que fue llevada al cine en 1949 en México por Luis Buñuel, quien supo extraer del mediocre texto satírico hondura y densidad. Otras obras aún resuenan hoy, como la cinta Botón de ancla, que dirigió su hermano Ramón Torrado, y cuyo éxito fue tal que se han hecho varias versiones después.

El torradismo constituyó un género teatral en aquella España rota y desgraciada, ávida de distracciones para combatir la penuria sembrada por la dura posguerra. Sus obras fáciles, tópicas y de ambiente burgués llenaron los escenarios durante muchos años.

Adolfo Torrado dejó en 1929 A Coruña, donde empezó escribiendo apropósitos de Carnaval y comedias breves, para irse a Madrid, donde ese mismo año estrenó su primera obra teatral, Crack.

"Conocedor de sus limitaciones, Torrado combina sin pudor y con gran éxito la autoparodia con el melodrama, el costumbrismo populista con lo melindroso y lo grueso, la ´crítica´ social con lo decididamente kitsch, utilizando muy a menudo ´lo gallego´ como eje cómico sobre el que elabora sus ficciones", describe el historiador del cine José Luis Castro de Paz.

Bajo esas premisas escribió obras como Che, Isidoriño (1930), ¡Qué verde era mi padre! (1945), o Una gallega en Nueva York (1946). Otras obras que escribió en colaboración con el republicano Leandro Navarro Bonet antes de la guerra se convirtieron en piezas de notable interés cuando fueron llevadas al cine por cineastas de talento, como en el caso citado de Buñuel o en Los hijos de la noche, rodada en Italia en 1939 bajo la dirección de Benito Perojo.

Rota la colaboración con Navarro Bonet, Torrado se introdujo en el cine, coincidiendo con el regreso de México de su amigo el productor vigués Cesáreo González, con el que trabajará también su hermano Ramón, en Suevia Films.

En Suevia Films harían en los años cuarenta comedias y melodramas ambientados en una Galicia idílica y mítica, destinados a los emigrantes en Suramérica. Así es como llegó al cine en 1940 la adaptación de la obra teatral El famoso Carballeira; Polizón a bordo (1941), Mar abierto (1946) o Sabela de Cambados (1948), dirigida por su hermano Ramón.

Se trata de torradismo en estado puro: obras oportunistas y banales en torno a conflictos narrativos tópicos y del más rancio y manido melodrama, según Castro de Paz, "con los consabidos matices regionales".

El éxito teatral de Adolfo Torrado continuó casi hasta su muerte, a finales de los años cincuenta, en los que siguió unido al cine haciendo a menudo tándem con su hermano Ramón, que había empezado siendo su escenógrafo en las primeras comedias y se había marchado también a Madrid con la inicial intención de hacer carrera en las artes plásticas, un camino que probablemente truncó el encuentro con Cesáreo González.

La comedia militar Botón de ancla (1947), ambientada en la Escuela Naval de Marín, fue todo un taquillazo. Muchos años después, Ramón Torrado haría el guión de un remake de la película en Los caballeros del botón de ancla (1973), pero eran otros tiempos...

La posteridad no fue tan condescendiente con Adolfo Torrado como su público. Ausente de los manuales, Álvaro de la Iglesia hacía de él una parodia en El baúl de los cadáveres, titulada Sabina de los Torrados: "La escena representa un pedazo de pazo. Ala izquierda, una sardina en una pecera. En un florero, unos grelos. En la chimenea, un puchero de caldo..."