Sábado por la noche, 22.00 horas. En el centro de cualquier pueblo o ciudad de la comunidad gallega. ¿Se imaginan que esté poco iluminado? No, la luz de las farolas es un elemento común en calles y avenidas. ¿Pero qué sucede con la contaminación que generan? ¿Cuáles son las localidades gallegas que más impacto producen con su alumbrado?

El astrofísico español Alejandro Sánchez de Miguel, investigador de la Universidad de Exeter (Reino Unido), con la participación de Rebeca Benayas Polo, de la empresa GEASig, para SaveStar Consulting SL., ha elaborado el Ranking de la contaminación lumínica en España, un ambicioso trabajo de investigación en el que analiza la situación en 2.000 municipios con datos del año 2012, ya que, como indica Sánchez, los actuales no sirven. Esto se debe a que ese año se implantó el radiómetro Viirs, un instrumento de detección instalado en satélites internacionales que es ciego a la luz azul, por lo que no puede captar gran parte de las emisiones contaminantes de las luminarias de tipo led.

El análisis es concluyente: España tiene que hacer frente a un "enorme problema ambiental". Bilbao, L'Hospitalet de Llobregat (Barcelona) y Baracaldo (Vizcaya) ocupan el podio de las localidades que más contaminan con su luz. Completan la lista de los diez más dañinos del país Valencia, Cádiz, Melilla, San Fernando (Cádiz), Puertollano (Ciudad Real), Parla (Madrid) y Badalona (Barcelona).

Para hallar una localidad de la comunidad gallega en el listado, hay que irse hasta el puesto número 12, donde se encuentra A Estrada, en Pontevedra. Pero este no es el único municipio gallego con un alto índice de contaminación lumínica. Entre los 50 municipios más perjudiciales por su alumbrado, cinco son de Galicia. Además de A Estrada, se suman la ciudad de Pontevedra, en el puesto 37, A Coruña, en el 40, Teo (Santiago), en la posición 42 y Carballo, que ocupa el lugar 45. Le sigue de cerca Ourense, que se sitúa en el puesto 51 del ranking.

El trabajo ha analizado variables relacionadas con la contaminación lumínica como la cantidad de farolas por kilómetro cuadrado, la potencia emitida por cada luminaria, el número de puntos de luz, la potencia total y la emitida por persona. El responsable del exhaustivo informe, que en Galicia ha examinado a 138 municipios, asegura que se estaba dando "demasiada tralla a las grandes capitales cuando el problema se extiende a poblaciones pequeñas, con menos habitantes, pero que también contaminan". Dentro de las grandes ciudades gallegas, Pontevedra es la que más impacto lumínico ejerce sobre el ecosistema, con 430 farolas por km2. No es la urbe con más farolas, pero sí es la más contaminante por su potencia. Le sigue A Coruña, Ourense, Lugo, Vigo y Santiago. ¿Cuántas farolas hay en cada una de estas ciudades? 187 por km cuadrado en A Coruña; 364 en Ourense; 1.065 en Lugo; 975 en Vigo y 1302 en Santiago de Compostela. En la provincia coruñesa se localizan 51 municipios de los 2.000 más contaminantes en España. A Coruña, Teo y Carballo lideran la clasificación, pero otras localidades como Betanzos —puesto 185—, Ordes (208), Arteixo (210) y Ribeira (269) se sitúan en la zona alta del ranking nacional. Los coruñeses, además, son los que más potencia emiten por persona de todas las grandes capitales gallegas, con 2151, seguida de cerca por Vigo, con una potencia de 2118 por cada individuo.

La contaminación lumínica consiste en la emisión hacia la atmósfera de la luz procedente de fuentes artificiales. Esta emisión se produce de forma directa, como ocurre en farolas orientadas hacia arriba, por ejemplo, las de tipo globo o incorrectamente apantalladas. Esa luz es dispersada en la atmósfera, lo que produce esa luminosidad de fondo en las zonas urbanas e interurbanas. "Este fenómeno se agrava con la presencia de partículas procedentes de la contaminación atmosférica. Es fácilmente visible a kilómetros de distancia el halo alrededor de las zonas urbanas y las vías interurbanas", afirma el catedrático de Física Aplicada de la Universidad de Alicante, Guillermo Bernabéu.

El astrofísico de la UA aporta las claves para combatir la contaminación lumínica: "Supone tomar medidas que, además de proteger el cielo nocturno, constituyen un ahorro energético". Por ejemplo, la sustitución de luminarias tipo globo, con apantallamientos mal diseñados que emiten hacia el cielo, por otras que realmente iluminen el espacio necesario, hacia abajo, hacia el escenario por el que discurre la vida urbana. Otras actuaciones pasan por evitar la iluminación innecesaria de edificios y sustituir las luminarias de mercurio por las de sodio o, todavía mejor, por tecnologías LED más eficientes. Demasiada iluminación causa un excesivo consumo de energía con el consiguiente coste económico y contribuye al cambio climático, ya que la energía proviene en una parte importante de centrales que aumentan las emisiones de CO2.

Desde el punto de vista cultural se pierde la oportunidad de contemplar el cielo nocturno, algo consustancial con el ser humano desde sus orígenes. Y es que, como recuerda el astrofísico, parafraseando a la Unesco: "Las personas de las generaciones futuras tienen derecho a una tierra indemne y no contaminada, incluyendo el derecho a un cielo puro".