Un "auténtico despropósito". Así califican los ganaderos gallegos las nuevas exigencias medioambientales propuestas por Bruselas para producir las emisiones de metano. Entre las medidas que están sobre la mesa de la Unión Europea, está la implantación de un impuesto al sector por las emisiones contaminantes de los rumiantes con un gravamen a la producción de carne y leche, similar al del azúcar que pagan los fabricantes de gaseosas. La intención de la UE es aplicar estos cambios en el marco normativo para el periodo 2021-2030 con el reto de reducir un 40% las emisiones de estos gases nocivos.

Aunque las estimaciones varían según los expertos consultados, se calcula que el ganado es responsable de hasta el 14% de todas las emisiones de efecto invernadero derivadas de la actividad humana. Una vaca a través de sus flatulencias es capaz de producir al día unos 300 litros de gas metano, una cantidad suficiente para mantener una nevera de pequeño tamaño. "Va a ser que ahora el problema son cuatro vacas pastando en un prado", cuestionan desde el sector agroganadero en Galicia.

La primera reacción en Europa contra las medidas restrictivas de la actividad en el rural propuestas en Bruselas la protagonizaron ganaderos holandeses el martes pasado en La Haya con una gran protesta en defensa los intereses del sector. En Galicia, los ganaderos están expectantes ante las noticias que trascienden sobre las medidas que se plantean aplicar para hacer frente al cambio climático. "Queremos ser prudentes y cautelosos, pero lo que ha salido a la palestra hasta ahora es un auténtico despropósito, pensar en una tasa por la emisión de gases del sector es una locura", censura el responsable de Ganadería de Unións Agrarias (UUAA), Javier Iglesias. Es más, advierte de que los ganaderos son quienes deberían recibir una compensación por el mantenimiento del medio que supone su actividad.

Iglesias apunta que el cambio para la reducción de gases contaminantes debe pasar por mejoras en la manera de trabajar en determinadas explotaciones. "Puede haber ciertas emisiones de metano no al aire, pero „destaca„ basta con cambiar determinadas actuaciones". Así, detalla, por ejemplo, no trabajar con los purines a temperaturas elevadas, almacenar el estiércol cubierto y si se utilizan cisternas para esparcir el fertilizante en un prado pasar una grava para que se mezcle lo más rápido posible con la tierra.

"La población tiene que comer y para eso es necesario que haya cultivos y explotaciones de vacuno. Como es necesario, hagamos las cosas lo mejor posible; ahora bien, no es comparable el metano que puede generar una explotación ganadera con el CO2 de las fábricas", concluye Iglesias.

Para el expresidente de la Interprofesional Láctea (Inlac) y actualmente tesorero, Ramón Artime, la UE está utilizando a los ganaderos como "chivos expiatorios". "Esto no tiene ninguna lógica, hay industrias que contaminan mucho más, sin ir más lejos, los aviones que pasan a diario", cuestiona Artime.

El sector ganadero también asiste con preocupación a los movimientos relacionados con la vida saludable que alertan de los peligros de comer carne o leche. Ante esta tendencia, los ganaderos ven necesario poner el acento en los alimentos procesados como fuente de perjuicios para la salud. "Si la leche es mala, la carne es mala y el mercado tiene mercurios; tendremos que tomar una pastilla cada mañana", sentencia el tesorero de la Inlac.

Los temores del sector son fundados ya que Bruselas se plantea gravar la producción agroganadera con un impuesto a la leche y a carne para controlar las emisiones de gases efecto invernadero a la atmósfera.