El mundo no será el mismo después del Covid-19. Y la instigadora del cambio será la percepción de la "vulnerabilidad". Lo afirma David Gardner, desde 1978 editor de asuntos internacionales del Financial Times, el diario británico que no falta en los desayunos de los adictos al análisis económico y la geopolítica.

Lleva 40 años tomando el pulso al mundo. ¿Qué le parece esta trama?

He visto todo tipo de crisis, guerras y desastres naturales -en el 85- 86 cubrí cuatro terremotos en Centroamérica-, pero no ha habido nada como esta pandemia. Incluso en una guerra puedes convencerte de que hay elementos de juicio. Ahora no hay brújula. Se habla de contener al virus, no de derrotarlo.

¿Eso qué impacto tendrá?

Para empezar, por primera vez, ha salido a la luz una verdad capital: valoramos a la gente que realmente importa en la sociedad. Estaría bien readaptar nuestras sociedades conforme a eso.

Un deseo encomiable. ¿Cuál será la realidad?

Habrá mecanismos casi imparables que cambiarán la naturaleza del modelo capitalista, posiblemente para bien y, en algún caso, para mal.

Dispare.

Habrá cambios en el modelo de globalización motivados por la vulnerabilidad. La Administración Trump está reuniendo fondos para relocalizar parte de las inversiones y, lo que es más importante, las cadenas de suministro.

¿Qué tiene que ver la vulnerabilidad?

Un ejemplo: el 90% de los ingredientes activos de los antibióticos provienen de China. Ese nivel de dependencia es insostenible, como lo es para la UE que gran parte de los elementos para las baterías eléctricas vengan del país asiático. ¿Podemos hablar de un futuro verde, pero dependiente de China?

¿No?

El modelo chino de crecimiento económico basado en la exportación al resto del mundo se acabó.

Parecía irrefrenable.

Su ambicioso esquema de proyectar poder global -el llamado belt and road: acumular espacio geopolítico a base de comercio, infraestructuras e inversión- se va a resentir. El Estado chino ha sobrepasado instituciones como el FMI y el Banco Mundial en los préstamos a mercados emergentes -unos 460.000 millones de dólares en total-, y muy pocos deudores pueden pagar.

Entretanto, ¿quién ha mentido más, Trump o Xi Jinping?

Jinping trató de esconder la magnitud de la amenaza, pero Trump es imbatible. El Washington Post calculó en abril que había mentido o tergiversado información unas 18.000 veces.

¿Quién acabará marcando el paso?

Lo dije en la conexión con el Palau Macaya de la Fundación La Caixa: ninguno de los dos. China hizo una inversión sin precedentes durante la crisis de 2008 y logró reactivar la economía mundial, pero eso ahora no será posible. Entramos en un periodo sin liderazgo, en una nueva guerra fría.

¿Tanto?

Cuando le preguntaron a Steve Bannon cuáles serían las prioridades de la campaña de Trump, dijo sin pestañear que eran tres: "China, China y China". Es probable que veamos crecer la chinofobia. Las cosas podrían cambiar un poco si Joe Biden accediera a la Casa Blanca. Estados Unidos tiene mejores capacidades institucionales para comunicar bien con el resto del mundo y quizá él pueda resucitarlas.

¿Y si revalida el republicano?

Ahora lo tiene mal. Sigue en su burbuja narcisista. Un 5% de la población tiene un tercio de los casos de Covid globales y la cuarta parte de los muertos, y él dice que Estados Unidos está en "transición a la grandeza". No me extrañaría que retrasara la convocatoria electoral.

En este paisaje, ¿qué hay de los demás?

El G-7 está desaparecido y la UE da bandazos.

¿Vladímir Putin no pintará?

Putin sabe aprovecharse del abandono y la incompetencia de otros, como ha ocurrido en Siria. Rusia es una superpotencia, pero subprime.

Da miedo preguntar por España.

El cabreo de la derecha durante la pandemia ha sido un sinsentido. Al Gobierno de Pedro Sánchez hay que reconocerle que su petición, junto a Italia y Francia, de la mutualización de parte de la deuda a nivel europeo ha sido aceptada por Angela Merkel. ¡Eso es un cambio teológico!