"¿Eskorbuto? Eran peligrosos de verdad -contaba hace poco Evaristo, líder de La Polla Récords-. No eran unos mindundis. Payasadas con ellos ninguna". La sonrisa cómplice de su entrevistador, el vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias, indicaba que sabía de lo que hablaba el viejo punk. Iglesias, al igual que cualquier melómano crecido en los ochenta, conocía la legendaria mala fama del trío vizcaíno. Todos sabían que Eskorbuto eran los más duros, que Eskorbuto eran los más macarras y que no te podías fiar de Eskorbuto. Pero también que eran los más auténticos, los que hacían las mejores canciones y los que jamás se vendieron. Eskorbuto eran los mejores, sobre todo cuando la liaban.

Para conocer una de sus más legendarias liadas hay que remontarse a 1987, cuando el grupo ya contaba con enemigos tan dispares como el mundo abertzale y las fuerzas de seguridad del Estado. Pese a que a esas alturas se esperaba cualquier cosa de ellos, consiguieron asombrar a fans y detractores con un sorprendente giro artístico. Tras editar dos discos en 1986 -su obra maestra Anti Todo y el directo Impuesto Revolucionario-, la banda se embarcó un año más tarde en su proyecto más ambicioso, pese a tener todo en contra.

El plan consistía en hacer un doble LP conceptual titulado Los Demenciales Chicos Acelerados, que contaría una historia con planteamiento, nudo y desenlace. Una Ópera Rock, para entendernos, al estilo de Quadrophenia (The Who, 1973), pero en versión punk. La idea, tratándose de uno de los grupos más brutos del momento, parece tan absurda hoy como en su momento, pero el sentido común no les echó atrás. El argumento era una distopía que presentaba a un desalmado empresario que se alzaba con el control de un país con el apoyo de los peores elementos de la sociedad, a través de argucias y noticias falsas con las que engañaba a unas masas a las que despreciaba. Y sí, es tan profético como parece.

Con los temas compuestos y el concepto claro, Eskorbuto se encerró a grabar en el estudio donostiarra Tsunami. Pero algunas piezas reclamaban unos matices para los que solicitaron ayuda externa: "Ellos necesitaban un teclista y me llamaron -recuerda el reputado músico de sesión Aitor Amezaga-. Me decían que escuchase las canciones y a ver qué podía meter por ahí. No tenían claro lo que querían. Otra gente con la que trabajé sí que sabía lo que quería, me pedían un piano en una onda blues en tal tema o lo que fuese, pero Eskorbuto no. Me decían que adelante, que hiciese algo, y todo les encantaba".

Fue Amezaga con sus teclados el que amplificó la tensión dramática de La canción del miedo y Paz, primero la guerra, que se alejaban del canónico punk rock que había encumbrado al trío. "Es un disco que os gustará a partir de la quinta vez que lo escuchéis. No tiene la rapidez que se espera de nosotros", explicaba Iosu Expósito, guitarra y líder de la banda, en una entrevista de la época. Estas palabras y la ironía con la que definió el álbum como "Zarzuela Rock", denotan la incomprensión que sabía que rodearía su lanzamiento.

La grabación transcurrió con casi sin incidentes, aunque ese "casi" fue la conclusión de una de las historias más míticas del corpus eskorbutero. Amezaga, que estaba presente el día de autos, confirma una leyenda que se ha transmitido de boca a boca a lo largo de décadas: "Un día llegaron a grabar con una guitarraza del copón, una Gibson bestial. Pero al poco rato llamaron a la puerta y era la Guardia Civil. Resulta que la habían robado y vinieron a recuperarla". Se trataba del célebre instrumento que los miembros de Eskorbuto sustrajeron a La Polla Récords tras un concierto compartido y que acrecentó la enemistad entre ambos grupos, con cruces de canciones amenazantes incluido. Esta anécdota supone posiblemente el punto álgido de ese aura de malditismo que tanto parecían disfrutar los vizcaínos.

"Es verdad que tenían mala fama, pero conmigo siempre fueron muy majos -recuerda el teclista-. Ellos sabían que tenían esa mala prensa, pero pasaban de todo. Eran de Santurtzi, de la margen izquierda, de los barrios obreros donde estaban los Altos Hornos. Era una zona de emigrantes que estaban muy mal vistos. Y ellos, aún encima de ser punkis eran de esa zona. Incluso allí tenían problemas porque eran muy punks, muy radicales. Pero a mí me parecían muy buena gente. El cerebro era Iosu, que tenía ese punto de genialidad, y el resto lo seguía".

En pocos días terminó la grabación y el infame grupo se preparó para editar el álbum a través de la compañía Discos Suicidas. Por desgracia, cuando se prensó las canciones iban desordenadas para ajustarlas al minutaje de cuatro caras de vinilo, con lo que se perdió la línea argumental de la trama. Pese a este contratiempo y su descontextualización, joyas como Trabajo sucio o la relectura de Más allá del cementerio conservan hoy toda su furia, aunque otras piezas se quedaron en tierra de nadie. "Este LP es caótico, triste, hay una rabia contenida que se nota", explicó Iosu.

La publicación del trabajo acrecentó otro de los puntos fuertes de la leyenda negra de Eskorbuto, su mala relación con las casas discográficas, vinculada a su adicción a la heroína. Sus continuas necesidades monetarias los llevaron a meterse en un sinfín de líos, aunque también es verdad que las compañías de la época no eran hermanitas de la caridad y tenían por costumbre sangrar a sus artistas todo lo que podían. Tras la edición de Los Demenciales Chicos Acelerados y no viendo satisfechas sus ambiciones económicas, Expósito y los suyos pasaron a la acción.

Hay que puntualizar aquí el particular código ético de los tres de Santurtzi. Es cierto que gustaban de lo ajeno y que alguna de sus más sonadas anécdotas están relacionadas con este hobby, pero también es verdad que solo robaban a quien consideraban que se lo merecía, a la vez que rechazaban oportunidades que habría hecho crecer su éxito por interpretarlas como una prostitución de sus principios. El caso es que, una vez editado Los Demenciales Chicos Acelerados, Eskorbuto asaltó las oficinas de Discos Suicidas y robó un original del álbum. "Nuestros discos son nuestros. Aunque salga firmado con una casa de discos, los podemos sacar nosotros algún día. Igual lo hacemos", había advertido el propio Iosu meses antes. Y vaya si lo hicieron. "De manera ilegítima decidieron revender el disco, una mala copia del master, por cierto, al sello madrileño Twins, que tres años antes les había editado el LP Eskizofrenia -apunta Diego Cerdán, biógrafo de la banda y autor del libro Eskorbuto: Historia Triste-. Twins desconocía que aquel disco había sido editado ya, por lo que accedió a hacer aquel contrato".

Así pues, Twins publicó en 1988 el mismo álbum editado por Discos Suicidas el año antes. No se trató de una reedición, ni de una remasterización, era exactamente el mismo doble LP con los mismos temas y en el mismo orden. Solo cambió la portada. Los Sex Pistols se hicieron célebres por estafar a varias compañías y sacarles dinero sin haber grabado nada, pero Eskorbuto fueron un paso más lejos que sus ídolos.

La creación y publicación de Los Demenciales Chicos Acelerados es otra historia más de las muchas que convirtieron en mito al trío, estatus que habrían conseguido ya solo por la calidad de su música, pero cuya trayectoria vital acrecentó y legitimó. Pese a ser un disco fallido en muchos sentidos, esta "Zarzuela Rock" permanece como el rabioso testimonio de una época convulsa, como una errática distopía perpetrada por unos artistas cuya cotidianeidad resultaba más cruda que cualquier ficción. Tras estos episodios, Eskorbuto tuvo tiempo de registrar dos álbumes más antes de las muertes casi consecutivas de Iosu y el bajista Jualma Suárez en 1992. Entre ambos dejaron un legado imprescindible para entender la realidad que les tocó vivir y unas canciones que todavía conmueven por la furia y la sinceridad de su discurso.