Seguridad y protección a vehículos averiados, auxilio en accidentes, vigilancia de los tramos conflictivos, controles de las conductas de riesgo, verificación de la documentación y del estado del coche… Es el día a día de las patrullas de la Agrupación de la Guardia Civil de Tráfico que en cada servicio recorren una media de 300 kilómetros en la red viaria de la comunidad. Hay ocasiones en que el nivel de cumplimiento al volante es máximo y los agentes regresan a la base tras ocho horas en carretera sin ningún expediente sancionador, pero en otras salidas las infracciones detectadas llegan a superar las 30.

La denuncia es una de sus tareas, junto con la de vigilancia, pero la que más recelos causas entre muchos automovilistas que no ven con buenos ojos los lugares en los que se colocan las patrullas para “cazar” a quienes se saltan las normas… Es uno de los mantras más repetidos por algunos conductores: el afán recaudatorio de Tráfico. “Por desgracia hay todavía mucha gente que cree y difunde la leyenda urbana que estamos para recaudar. Son los negacionistas de la seguridad vial”, lamenta Héctor Teixeira, Guardia Civil en el Sector de Tráfico en Galicia. “Ni nos pagan más ni menos por formular denuncias, lo hacemos con el convencimiento de que así concienciamos y conseguimos modificar conductas. Es triste —advierte— que para evitar tragedias en carretera tengamos que hacerlo, pero de otra forma mucha gente no cumpliría la norma”.

¿Lo peor del día a día en la carretera? Desde presenciar la tragedia en primera persona hasta ver a familias rotas cuando hay que comunicar el trágico desenlace. “También es muy desagradable tener que formular denuncias a irresponsables que van con sus hijos o menores en pésimas condiciones”, comenta Teixeira. En el otro lado de la balanza: el auxilio en carretera. “Cuando una persona tiene problemas y ve llegar a la patrulla sabe que la cosa se empieza a solucionar. Ver esa cara mezcla de alegría y alivio, junto con el agradecimiento en la despedida es la mejor de las recompensas”, celebra.

Coche a punto

Con el estallido de la pandemia el protocolo en el Sector de Tráfico también ha tenido que ajustarse a las medidas sanitarias. Son las tres de la tarde. Diez minutos bastan para poner a punto del vehículo: desinfección y revisión de niveles, carga de los aparatos de medición de alcohol y drogas y de chalecos antirreflectantes para peatones y reposición de guantes y mascarillas.

En cada salida se sigue una hoja de ruta. Hoy toca reforzar las zonas límites de los destacamentos de Santiago y Pontevedra. Entre los puntos a vigilar, la N-550, una de las principales vías de Galicia y que registra una de las mayores tasas de accidentalidad en la comunidad.

A los pocos minutos de iniciar el servicio, la patrulla se encuentra con un turismo averiado en la AP-9. La mujer, que viaja con dos niños, está nerviosa y no sabe muy bien qué hacer. La patrulla señaliza el turismo, le da seguridad y protección para evitar un alcance y avisan a la grúa. Una vez cargado, continúan la ruta.

Casi una hora sin sobresaltos al volante hasta que cerca de las 16.30 horas en una carretera autonómica de Valga detectan a un vehículo circulando de forma negligente. A velocidad anormalmente reducida, se para en medio de la calzada. Nada más bajar del coche patrulla, los agentes aprecian el motivo de esa conducción: los síntomas de embriaguez se aprecian a lo lejos. Al conductor le cuesta mantener la verticalidad, apenas es capaz de hablar y el olor a alcohol es perceptible a distancia.

El resultado de la prueba confirma las sospechas: 1,43 mg/l en la primera y 1,42 mg/l en la segunda. Junto al infractor, viaja su mujer y un hijo menor. Ella reconoce el problema, pero disculpa la conducta: su marido había tomado cuatro botellas de vino en la comida pero no lo veía mal.

Dos agentes, durante el auxilio a un vehículo averiado. L. O.

Tras realizar un punto estático de vigilancia en el puente de Catoira, con varias pruebas de alcohol y verificación de documentación, el servicio pasa a la provincia de A Coruña. Detectan a un conductor sin cinturón de seguridad en una vía secundaria. A la vista de la denuncia que lleva en el salpicadero del día anterior, parece que no se concienció.

Mientras la patrulla circula, se aprovecha para verificar placas de matrícula y así detectar vehículos sin seguro o ITV y si el titular tiene permiso de conducir o no. La alarma salta en la tablet en una carretera provincial en Rianxo: el vehículo que les precede no tiene la ITV en vigor. Una vez dado el alto se encuentran con un conductor con signos de haber consumido drogas.

El instinto no falla y el narcotest revela consumo de tres sustancias: cocaína, opiáceos y anfetaminas. “Una bomba de relojería desactiva y neutralizada, el vehículo queda ahora inmovilizado hasta desaparecer las causas”, detalla uno de los agentes.

En el ecuador de la jornada laboral, a la hora de mayor intensidad de tráfico (19.00 horas), toca vigilar la N-550. Al volante de un Renault Clío Sport F1, un joven realiza adelantamientos sin señalizar las maniobras. El conductor da negativo en las pruebas de alcohol y drogas, pero reconoce que no estaba circulando de la mejor forma. El joven dice haber tomado nota y promete circular con mayor precaución.

A pocos kilómetros, un conductor va tan metido en una conversación telefónica que viaja evadido de la carretera y ni se percata que el vehículo patrulla está a su altura. Al pararlo, las excusas y los lamentos: “Me quedo sin puntos, pierdo el permiso”. “Hay más miedo a perder 3 puntos que a perder la vida en carretera”, lamentan los agentes.

Una hora más tarde, en un tramo de riesgo de la N-550 (el pk 19,200) un vehículo realiza adelantamiento antirreglamentario, una de las conductas que ocasionan más accidentes. Existe señalización perfectamente visible a ambos lados de la calzada y línea continua que lo prohíbe. A dos kilómetros logran interceptarlo para notificarle la infracción y se encuentran con un conductor que carece de permiso de la clase B para conducir turismos. Queda inmovilizado y llama a su mujer para que venga a recogerlo.

Las prisas por el cierre del supermercado llevan a otro conductor a haber un cambio de sentido en las proximidades de un cambio de rasante, pese a haber una glorieta a solo 150 metros. “No los vi venir, si los veo no lo hago”, llega a decir el infractor a los agentes. Y eso que van en un coche patrulla con el puente de señalización encendido de día y de noche —una norma de la Agrupación de Tráfico para dar mayor visibilidad a las patrullas—.

A las nueve de la noche, a dos horas del cierre del servicio, establecen un punto de verificación de alcohol y drogas “con el objetivo de controlar que la movilidad sea segura”. Trabajadores nocturnos, algún que otro camión son los vehículos que pasan. Todo en orden, ningún positivo.

Tal y como empezó el servicio, finaliza. Otro turismo averiado. En esta ocasión en el kilómetro 15 de la N-550. Gestionan el aviso a la grúa y lo apartan empujándolo a un lugar seguro fuera de la calzada. Toca regresar a la base y en unas horas “volver a cambiarse en la taquilla” para salir a la carretera “a evitar tragedias”.

Más control sobre motos y consumo al volante

Motos, alcohol y drogas. Son las campañas especiales de vigilancia que Tráfico tiene en marcha en la actualidad en Galicia. El dispositivo de control a los vehículos de dos ruedas comenzó con el arranque de la operación salida de verano, el pasado 1 de julio, y se extenderá hasta el 30 de septiembre, ante unas cifras récord de accidentalidad en la comunidad: uno de cada cinco muertos en siniestros viarios en Galicia es conductor de una motocicleta. En lo que va de año ya han fallecido en las carreteras gallegas casi el doble que en el año de la pandemia y los mismos que en 2019, cuando entonces no había restricciones de movilidad. Otra de las lacras de la siniestralidad al volante está esta semana en el punto de mira de las patrullas de la Guardia Civil con un refuerzo de la vigilancia para atajar el imparable aumento de los positivos por alcohol y/o drogas.