“El problema de la despoblación viene porque primero los pueblos se masculinizan, envejecen y al final desaparecen. Y se masculinizan porque las mujeres encuentran demasiadas dificultades a la hora de poner en marcha su proyecto de vida en los pueblos”, afirmó la presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (Fademur), Teresa López, en una reciente entrevista en LA OPINIÓN. Y no le falta razón. Casi la mitad de los trabajadores del campo en Galicia en 2011 eran mujeres: 43% frente al 57% de hombres. Ahora ya son solo poco más de un tercio (35%). Desde el inicio de la anterior crisis en 2008 se ha producido un paulatino descenso del número de mujeres que trabajan en la agricultura gallega. Un ejemplo es lo que ocurrió el año pasado. De los 4.000 nuevos empleos que se crearon en el sector primario, los 4.000 fueron hombres. Es más, los varones sumaron 4.300, mientras que las mujeres bajaron en 300. Y en el primer semestre de este año la situación no ha mejorado. Como conclusión, Galicia es la comunidad que más empleo femenino ha destruido en la agricultura en los últimos cuatro años: 6.400.

Una de las causas de que cada vez haya menos gallegas que trabajan en el campo es que, y sobre todo con la pandemia, se tienen que ocupar prácticamente de todos los aspectos relacionados con los cuidados de sus familiares ya sean los hijos o los mayores. O, en ocasiones, de ambos casos. Esta situación, explican las afectadas, provoca que muchas tengan que optar entre renunciar a sus perspectivas personales para ocuparse de su familia o decidir empezar una vida nueva en un lugar donde todo sea más sencillo y puedan tener esa independencia económica y unos servicios que faciliten la vida de la familia.

Desde Fademur explican que la brecha en el sector primario gallego entre hombre y mujeres “está creciendo”. “Teníamos una población muy equilibrada entre mujeres y hombres en la agricultura. Algo llamativo a nivel nacional. Y en los últimos años hay una diferencia que ese está agrandando. Tenemos que facilitar que la agricultura y la ganadería sean oportunidades para las mujeres”, afirman.

El empleo en la agricultura gallega fue uno de los pocos que se salvó el pasado año, cuando arrancó la pandemia. En 2020 rompió con tres ejercicios de caídas en el número de ocupados y ganó 4.000 más: 11 cada día. Pero fue un espejismo. Los últimos datos, de la Encuesta de Población Activa, correspondientes al segundo trimestre de este año, han vuelto a la senda negativa de los últimos ejercicios.

Hasta el pasado mes de junio, había 66.200 hombres y mujeres trabajando en la agricultura gallega. Eran 4.500 menos que en diciembre. Solo en los tres primeros meses de este año, el sector destruyó más empleos que todos los que había creado a lo largo de 2020 (4.000). Las 66.200 personas que trabajaban en el campo en junio eran un 15% menos que hace solo tres años y la cifra supone caer a niveles de 2015.

Pero las grandes damnificadas de esta bajada son las mujeres. Desde 2017, hay un 21% menos de trabajadoras en la agricultura gallega (es el segundo peor dato a nivel nacional solo superado por Aragón -48%), mientras que el descenso en el apartado masculino ha sido casi la mitad: 11%. Además de estas dos comunidades, solo otras dos presentan caídas en los últimos cuatro años: Cataluña (-8,7%) y Castilla y León (-0,8%). Llama la atención el incremento del 85% en Navarra; el 63% de Andalucía y el 50% de Baleares.

Problemas

A los problemas que se encuentran las mujeres para vivir del campo se unen los males que afectan al sector en general durante los últimos años: aumento de los costes de producción, sobre todo de los piensos; recortes de las ayudas; envejecimiento de los agricultores; venta de productos por debajo del coste de producción; falta de atractivo de vivir en el campo por el empeoramiento de las condiciones de vida en el rural, incremento del coste de la luz... Y a estos males endémicos hay que añadir los derivados de la crisis provocada por el COVID.

El sector primario roza ya la peor cifra en la última década. Entre finales de 2017 y el segundo trimestre de 2021 ha perdido 12.100 trabajadores. Un 15% del total. Si se compara con la cifra nacional, la fotografía es mucho peor. En ese mismo periodo, en toda España se crearon 30.500 puestos de trabajo.

Y las mujeres gallegas han sido las grandes perjudicadas de esta destrucción de empleo. De los 12.100 puestos de trabajo que han desaparecido 5.700 fueron hombres y 6.400, mujeres. Esta es la mayor cifra en este periodo a nivel nacional. Ninguna otra comunidad supera este número pese a contar con más trabajadores.

Las explotaciones agrícolas rozan los 200 robos

Además de los males que padece el campo gallego se une otro que no suele tener tanta publicidad, pero también es importante: los robos. Galicia registró el año pasado 182 denuncias por robos en explotaciones agrícolas y ganaderas, la décima mayor cifra a nivel nacional. Estas fueron las que se denunciaron porque hay muchas más que no se denuncian, según reconocen fuentes de los sindicatos. A nivel nacional, el número de robos ha evolucionado a la baja año tras año entre 2016 y 2020 (-41,14 %), pero entre enero y julio de 2021 ha subido un 5,34 % respecto al mismo periodo del ejercicio pasado, según los datos del Ministerio del Interior facilitados a Efeagro. Las infracciones penales por sustracciones en explotaciones agropecuarias y en vehículos rurales —hurtos y robos con o sin fuerza, violencia o intimidación— alcanzaron los 5.202 casos entre enero y julio de 2021, 264 más que en los siete primeros meses de 2020.