Un recluso de la prisión de A Lama protagonizó el pasado jueves un violento episodio en el que se amotinó, se encerró en su celda, arrojó un televisor por la ventana y estaba armado con un pincho fabricado con la pata de una silla. Esta improvisada arma “pretendía clavársela al primer funcionario que entrase en la celda”, según asegura Julio Díaz Mafé, delegado sindical de la Asociación Profesional de trabajadores Penitenciarios Tu Abandono Me Puede Matar (TAMPM) en el centro penitenciario de A Lama.

Este colectivo explica que el individuo pudo ser reducido por los funcionarios y fue sometido a un protoloco de aislamiento, pero insiste en que se traslade a otra prisión a este recluso, de 32 años y calificado de “peligroso”.

TAMPM señala que en el momento de los hechos el interno se encontraba en el módulo de aislamiento donde las celdas son individuales y “los días anteriores ya había amenazado con frases del tipo “quiero ver sangre y muerte. Apuñalaré a un funcionario o preso, me da igual”. Por ello, se le aplicaron medidas especiales para minimizar los riesgos, como “no tener contacto físico con él, esposarlo antes de salir de la celda si es necesario tener contacto físico, utilizar en solitario el patio”.

Añade que el pasado día 11 “durante el reparto de las compras que encargan los internos al economato, este interno empezó a discutir y amenazar a los funcionarios”. Después “destrozó su celda y lanzó por la ventana el televisor que tenía, tapó la ventana con una sábana y la puerta con el colchón de su cama”.

Añade el sindicato que “los funcionarios que trabajaban en ese módulo tuvieron que ponerse unos trajes especiales de protección y decidieron extraer el colchón de la celda y no empujarlo hacia adentro como esperaba en interno, que perdió el equilibrio y cayó encima del colchón, facilitando que se pudiese inmovilizar con cierta seguridad para los funcionarios”.

Tras ser reducido, los trabajadores “se percatan que el interno había fabricado un pincho carcelario arrancando y afilando una de las patas de la silla que tienen en sus celdas” con el que, según TAMPM “pretendía atacar al primer funcionario que entrase en la celda”.

Julio Díaz, que también es coordinador provincial de este sindicato, añade que “al día siguiente el interno pide hablar con un funcionario, quien lo ve haciendo una soga con una sábana”, por lo que es esposado para “su traslado a una celda acristalada de otro módulo”. Se trata de celdas pareadas separadas por un cristal donde otro interno puede avisar en caso de autolesión.

Ante estos hechos, este sindicato reclama el traslado del recluso a otra prisión “ya que es una clara amenaza para los funcionarios y para otros internos, y un cambio de centro evitaría que el interno conociese las rutinas de los funcionarios y su fijación sobre alguno de ellos a los que hace responsables de su situación”.

Díaz Mafé reitera también la demanda sindical de ampliar el personal de la prisión de A Lama, que “tiene capacidad para 1.000 internos, aunque ha llegado a albergar a más de 1.900, y que debería contar con siete psicólogos y ocho médicos”. Afirma que carece de psiquiatra “y la realidad es que ni siquiera llegamos a esos números. Con una población reclusa que en su mayoría padecen enfermedades psiquiátricas este número nos parece insuficiente”.

Con respecto a los trajes especiales utilizados para reducir al interno amotinado. TAMPM afirma que “son los mismos para todo el colectivo, por lo cual son más o menos eficaces en función de la complexión de cada funcionario”. También echa en falta más “formación y práctica para el desempeño de estas intervenciones” y recuerda que “la media de edad de los funcionarios que trabajamos en A Lama es de 53 años y este interno está en plenas facultades físicas a sus 32 años, por lo que nuestras aptitudes físicas no son las idóneas para este tipo de intervenciones".