Viaje al centro de la supercomputación

Las instalaciones del Cesga, en Santiago, albergan el ‘Finis Terrae III’ y el ‘Qmio’, dos de los ordenadores más potentes de Europa y punta de lanza de la investigación

El director del Cesga,  Lois Orosa, junto con la computadora cuántica ‘Qmio’.

El director del Cesga, Lois Orosa, junto con la computadora cuántica ‘Qmio’. / Jesús Prieto

Carlos Gayoso

Lo cierto es que sorprendería a cualquiera: una sala fría y tenebrosa, similar a una caverna, gobernada por una estructura semejante a la de un armario y que parece agonizar entre zumbidos de ventiladores. Encima del armatoste hay un letrero que desprende una penetrante luz de neón y reza, con el aroma de antiguas leyendas, “Finisterrae”.

A unos pocos metros del conjunto, reside su nuevo vecino, que vive allí desde el pasado octubre. A diferencia del primero, este es más pequeño, incluso más familiar. Se podría afirmar que su apariencia se asemeja a la de un barril de cerveza, pero nada más lejos de la realidad.

Se trata de Finis Terrae III y Qmio, dos de las supercomputadoras más potentes de Europa, ambas en el Centro de Supercomputación de Galicia (Cesga), en Santiago. Sus instalaciones están localizadas en el Campus Vida de la Universidade de Santiago de Compostela.

Finis Terrae III se puso a punto a principios de 2022 y es el tercero de una dinastía que se fundó hace 17 años, en los albores del 2007, con la puesta en marcha de la supercomputadora homónima y que continuaría con el desarrollo de Finis Terrae II, en el 2015. La saga fue bautizada así por los 86 kilómetros de cableado que comprendía el primer ejemplar, la misma distancia que hay entre Santiago y la romana Fisterra.

Mas allá de las complejidades científicas que la conforman, las labores que realiza Finis Terrae III son tan cotidianas como desconocidas por la sociedad. Ejemplo de ello es hacer saber a los gallegos si van a tener que coger o no el paraguas para salir de casa. La supercomputadora es la encargada de predecir cada día el tiempo para la agencia MeteoGalicia. “Se encarga dos veces al día de calcular el tiempo que hará”, indica el director del Cesga, Lois Orosa. “Además, el Finis Terrae III fue el que monitorizó la evolución epidemiológica del COVID en Galicia durante la pandemia”, apostilla.

El supercerebro está conformado por una multitud de estructuras de alta complejidad: 714 procesadores de 22.848 núcleos y 157 aceleradores GPU conectados por una red infiniband HDR 100, lo que equivale a una potencia de 4,36 petaflops —magnitud de rendimiento empleada en computadoras—. Todo este entramado tecnológico se traduce en un hecho: la capacidad de resolver 4.360 billones de operaciones matemáticas por segundo. “A día de hoy, es la mejor infraestructura que hay en España para correr algoritmos de inteligencia artificial”, señala Orosa, que explica que toda la actividad del Finis Terrae III gira en torno la partícula electrón. “Codifican las operaciones en forma de los famosos ceros y unos y todo se regula a través de los transistores. Es algo que tenemos dominado hace años. Ahora lo que estamos investigando es la computación cuántica”, afirma.

Si la supercomputación clásica del Finis Terrae III corresponde al más inmediato presente, el futuro lleva el apellido “cuántico” y se llama Qmio. La computadora llegó el año pasado a las instalaciones del Cesga, que lidera el Polo de Tecnoloxías Cuánticas de Galicia, donde confluyen hasta 30 entidades como la Xunta de Galicia y el Ministerio de Ciencia e Innovación, y otras como es el caso de Abanca, Televés o el centro tecnológico vigués Gradiant. El coste total, financiado por la Administración autonómica, fue de 13,9 millones de euros y, hasta la fecha, es el ordenador cuántico más potente del sur de Europa.

Ante la petición de brindar un ejemplo práctico de lo que supone el Qmio para ilustrar a los más iletrados en el ámbito, Orosa lamenta que “es demasiado complejo para explicar y entender sin tener unas nociones básicas de física cuántica”, apunta entre risas. Con todo, asegura que este mundo “no está lo suficiente maduro” como para hablar de certezas. “Lo que aguardamos es que la computación cuántica pueda ser una gran aceleradora de ciertos algoritmos y procesos que los ordenadores clásicos tardarían cientos de años en desarrollar”, explica el científico. “Para hacerse una idea, con la computación cuántica estamos como en los años 50 con los primeros ordenadores, pero con la diferencia de que hoy hay mucha más gente involucrada”, indica.

A día de hoy, en el Cesga trabajan alrededor de una decena de personas. A propósito de esto, Orosa admite que conseguir personal “es una tarea difícil” en los tiempos que corren. “Es complicado competir con empresas que ofrecen grandes salarios, como IBM, siendo una institución pública”, asegura el científico. Con todo, afirma: “No nos podemos quejar de la gente que tenemos”. Entre el personal, la mayor parte es nativa de Galicia, pero también hay trabajadores provenientes de Madrid e incluso de México.

Pese a ello, el director del Cesga asegura que la investigación cuántica suscita un gran interés por parte del sector empresarial, pero lamenta que no existe expertise [anglicismo que significa destreza o conocimiento]. “Suelen venir con muchas ganas de involucrarse, pero, cuando ven que es un campo al que le queda mucho por investigar, se muestran más reticentes porque tienen que brindar una colaboración muy fuerte”, señala Orosa. “Todavía no sabemos si muchas de las cosas que pretenden son viables o no”, afirma.

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