Crimen en Oza-Cesuras: El acusado del asesinato se declara inocente y señala a un supuesto cómplice, 'El Portu'

La Fiscalía pide 28 años de cárcel y defiende que fue una "cacería a Cristina", la víctima, por venganza

El viudo, personado como acusación particular, pide prisión permanente revisable

La defensa apela a indicios "que no fueron investigados" que apuntan a la participación de una tercera persona

“Solo soy culpable de haber ido a robar a esa casa”. Alberto S. P., el acusado de matar de un disparo a Cristina N. T. en su vivienda de Porzomillos, Oza-Cesuras, se declaró ayer inocente de los delitos de asesinato y tenencia ilícita de armas, por lo que la Fiscalía pide 28 años de cárcel y el marido de la víctima, que se ha personado como acusación particular, prisión permanente revisable.

La Sección Primera de la Audiencia Provincial acogió este jueves la primera jornada del juicio con jurado popular por el asesinato de esta joven de 33 años, madre de un niño de dos, en la tarde del 15 de enero de 2021, cuando se encontraba convaleciente en casa tras haberse sometido tres días antes a una operación.

El acusado negó haber disparado a la fallecida y señaló a un supuesto cómplice con el que, dice, había acudido a esta casa aislada del lugar de Vilar de Costoia para robar. La Fiscalía y la acusación particular defienden que acudió solo con el único objetivo de matar a la víctima, a la que conocía.

Hechos considerados probados por todas las partes

El acusado, camionero de 52 años, casado y con dos niños, con antecedentes por robo con intimidación, conocía a la víctima: era la mujer de un compañero de trabajo de su esposa. Sus respectivas parejas eran más que colegas, habían mantenido un par de años antes una relación muy estrecha como atestiguan los whatsapp subidos de tono que se intercambiaron durante unos meses. Esta relación, que según el marido de la fallecida no llegó a consumarse, finalizó abruptamente al enterarse sus parejas y derivó en la apertura de un expediente en la empresa de paquetería en la que trabajaban tras denunciar la mujer del acusado acoso sexual y laboral.

La esposa del supuesto asesino permanecía de baja por ansiedad en el momento del crimen. Quince días antes, la empresa había decidido archivar su denuncia por acoso (aunque este archivo aún no había sido notificado oficialmente) y se enfrentaba a una petición de despido cursada por la coordinadora de su sección, madrastra de la fallecida, por bajo rendimiento y mal comportamiento.

Agentes inspeccionan la zona en la noche del crimen de Oza-Cesuras.

Agentes inspeccionan la zona en la noche del crimen de Oza-Cesuras. / Carlos Pardellas

El día del crimen, Alberto S.P. hizo una vida totalmente normal a lo largo de la mañana. El supuesto asesino llegó del trabajo a las 7.00 horas, fue al súper con su mujer, hizo la comida a los niños y acudió a su cita con Aclad, que hacía un seguimiento de su drogodependencia. A las cuatro de la tarde salió de casa de Vilaboa “sin dar explicaciones” y sin llevarse el móvil. Paró en una armería y compró unos grilletes y después se desplazó hasta la vivienda de Porzomilos en la que vivían Cristina y su marido. A robar, según la defensa; a matar a la joven, según la acusación.

Versión de la defensa

El abogado del acusado mantiene que antes de dirigirse a la casa de Porzomillos, Alberto paró en un narcopiso de Meicende para drogarse. Allí coincidió con El Portu, alias de un tal Paolo, un “compinche con el que ya había dado más palos” y con el que se alió para perpetrar el robo. Fueron juntos a la armería para procurarse unos grilletes y llevaban también una cadena metálica de medio metro que, alega el abogado, solo pretendían utilizar en caso de ser sorprendidos por la familia para tener tiempo a huir, dado que el habían dejado aparcado el coche a 750 metros de la casa.

El acusado, con agentes de la guardia civil en la vivienda de Porzomillos, durante la reconstrucción del crimen.

El acusado, con agentes de la guardia civil en la vivienda de Porzomillos, durante la reconstrucción del crimen. / Víctor Echave

La defensa admite que pudo haber cierto ánimo de venganza en la elección de la vivienda, pero nada más, y asegura que su representado pensaba que estaba vacía a esa hora. Según su relato, Cristina N. T. los sorprendió cuando traspasaban el portal. Él corrió tras ella para intentar retenerla y que no alertase a los vecinos. La joven cerró la puerta y huyó escaleras arriba. El acusado rompió una ventana para acceder al domicilio y corrió tras ella. Según su versión, la casa estaba a oscuras, él iba a tientas, y llegó al baño uno o dos minutos después de que Cristina hubiese saltado desde la ventana del aseo, que daba al tejado del garaje, y de ahí al jardín. Sostiene que él también saltó, fracturándose un pie al caer, y huyó “renqueante” y con la ayuda de su cómplice a una finca colindante, llena de maleza, donde lo encontró poco tiempo después la Guardia Civil. La defensa subraya que fueron los agentes los que le informaron de que había una mujer muerta y que, de la impresión, sufrió un infarto: “Se dio cuenta del lío en que estaba metido”, afirma.

Versión de la acusación

La Fiscalía y la acusación particular sostienen que fue una “cacería a Cristina”, que se encontraba convalenciente, en una situación vulnerable, y que fue “ejecutada” con un tiro a bocajarro en la nuca. ¿El motivo? : venganza. El Ministerio Público y la abogada del viudo apelaron a unos mensajes que la víctima y el acusado intercambiaron tras enterarse de que sus parejas mantenían una relación, y en los que Cristina acababa diciendo que podía forzar el despido de la mujer de Alberto porque su madrastra era la coordinadora de la sección. Afirman que esto enfureció a Alberto S. P., que estaba “muy implicado” en el conflicto laboral de su mujer y que llegó a amenazar con “tomarse la justicia por su cuenta” si “peligraba el trabajo de su esposa”, según testigos.

Las acusaciones sostienen que fue un crimen “planificado”, realizado con “alevosía”. Destacan el hecho de que el acusado dejó el teléfono móvil en casa y compró los grilletes en metálico y sin utilizar la tarjeta-cliente de la armería para no dejar rastro. Recalcan que Alberto S.P. actuó solo y apuntan a diversos testigos que solamente lo vieron a él entrar en la casa y perseguir a Cristina, con el rostro semioculto por un gorro y una braga, y con un chaleco reflectante.

Alberto S.P. , concluyen, no cesó en su empeño hasta que alcanzó a Cristina, tendida en el suelo y lesionada tras saltar por una ventana, y la mató de un tiro en la nuca. “A quemarropa”. A continuación se agazapó entre la maleza, donde fue descubierto. Al día siguiente, la Guardia Civil encontró a unos quince metros del lugar donde se escondía, semienterrrada, la mochila con munición, los grilletes, la cadena metálica y una navaja.

Pruebas y “lagunas” e indicios “que no se investigaron”

La acusación llama la atención sobre el hecho de que el encausado no llevaba consigo las herramientas propias de un robo. No se llevó de esa casa “ni un tenedor”, alegan , y solo había indicios de su presencia en la casa, de nadie más. Entre otras pruebas, apuntan a restos de sangre de una herida que se hizo al trepar por el portalón y sus pisadas en el domicilio.

Agentes de la Guardia Civil durante la búsqueda de indicios en la vivienda.

Agentes de la Guardia Civil durante la búsqueda de indicios en la vivienda. / Carlos Pardellas

La defensa replica que la versión de la venganza no se sostiene. Su representado, dice, fue a robar a la vivienda impelido por las deudas. El abogado sostiene que no mencionó al principio a su cómplice por “miedo” a represalias y pone el foco en supuestas “lagunas” de la investigación. Aduce que ningún testigo refirió haber visto a su defendido con una mochila y apunta a la existencia de una huella en el pantalón de la víctima de otra persona y que no fue investigada y a supuestos restos de ADN de un varón desconocido en el cuerpo de Cristina: “¿Por qué no se investigó?”, se pregunta. Aduce además que no se encontraron residuos de pólvora en las manos del acusado, a pesar de que los guantes de látex que llevaban se habían roto.

Testimonio de un guardia civil

Uno de los investigadores declaró que al llegar a la casa encontraron el cadáver de Cristina N. T. tendido en el suelo en pijama y bata. Al pie de las escaleras, las zapatillas de las que se desprendió para huir con más facilidad. En el salón, la televisión encendida y una película en pausa.La luz estaba encendida. En los escalones, restos de sangre cada dos peldaños, indicios de una persecución "a la carrera". 

Los agentes encontraron a Alberto S.P. en una finca colindante: “Yo no hice nada, no hice nada”, cuentan que repetía. Poco despues sufrió un infarto. Según este testigo, en la escena del crimen no vieron indicios de robo. Tampoco de la presencia de una tercera persona. Solo rastros de pisadas y sangre del acusado, salvo esa huella en la pernera del pijama de la víctima a la que no pudieron seguir la pista por su “mala calidad” y a la que restó importancia aduciendo que pudo ser de sanitarios o algún vecino. Afirmó no tener conocimiento de los restos de ADN de otro varón.

Los testimonios de testigos proseguirán hoy..