Las sardinas se convierten en reclutas cuando cumplen aproximadamente el año de vida. En ese momento alcanzan la madurez sexual y cada ejemplar puede llegar a poner unos cinco mil huevos al año. No obstante, cuando están en fase de larva, las sardinas son muy sensibles y por tanto la tasa de mortalidad es alta: más del 90% de los individuos mueren antes de alcanzar la fase juvenil. A partir de ahí, lo que dure una sardina depende de la mortalidad natural -son alimento de otros peces más grandes así como de delfines y aves marinas- y de la pesca. La mayoría de las sardinas que habitan en el Cantábrico tienen entre dos y cuatro años. No obstante, se han llegado a localizar ejemplares de hasta quince años en las costas de Escandinavia. No es el caso del mar Cantábrico, donde lo normal es encontrar sardinas de poco más de cinco años.