El Mediterráneo es prioritario para el comisario europeo de Pesca, Asuntos Marítimos y Medio Ambiente, Karmenu Vella. Y es que el "mare nostrum", de ser tan "nostrum", se muere. "En el Mediterráneo, cuanto más aumentan los conocimientos, tanto peor es el cuadro. Los avances realizados no son suficientes, y no se trata solo de los stocks compartidos con países terceros, sino también de stocks capturados exclusivamente por las flotas europeas", apuntó el propio comisario en el seminario sobre el estado de los recursos y la economía de las flotas pesqueras organizado por la Comisión Europea a principios del mes pasado.

La preocupación del alto representante de la UE en materia pesquera y medioambiental no es gratuita. Y debiera ser la misma para el océano Atlántico europeo y con él, el mar Cantábrico, antes de que se reproduzca aquí lo que ya se vive en el Mediterráneo desde hace años. Porque, en el mismo seminario citado, la ponencia de Eskild Kirkegaard (presidente de Acompices), dejó entrever una situación que, fundamentalmente, confirma la tendencia general positiva de las poblaciones sometidas al régimen de TAC y cuotas; pero denota que, tras una reducción significativa de la mortalidad por pesca, muchos stocks no responden todavía con un aumento de la biomasa, sino una medida mínima y con notable retraso. En algunos casos, el retraso de esta respuesta lleva varios años. "Evidentemente se trata de problemas vinculados a las características biológicas de las distintas especies, las interacciones entre presa y predador a lo largo de la cadena trófica, pero probablemente pudieran deberse también a factores medioambientales", afirmó el presidente del Consejo Regional de Pesca del Mediterráneo, Giampaolo Buonfiglio.

Conclusión del arriba firmante: España, en mayor medida que el resto de los países comunitarios, ha reducido su flota pesquera al tiempo que, desde Bruselas y por la aplicación del sistema de TAC y cuotas que ahora se dice es tan beneficioso, se le han reducido drásticamente sus posibilidades de pesca. Tales recortes significan, a día de hoy, que esa mínima expresión de lo que fue la flota pesquera comunitaria con base en España ni siquiera logra la autosuficiencia a la hora de pescar.

En román paladino: lo que pescan los barcos españoles en aguas de la UE ni siquiera permite contemplar un futuro de autoabastecimiento para los españoles, obligados como están en este momento a nutrirse en materia piscícola de lo que las flotas de otros países -en su mayor parte extracomunitarios- exportan a un país que es el de más alto consumo de peces de los que integran la Unión Europea.

Hemos pasado de ser la nación culpable de los males que afectaban a las aguas de la antigua CEE, la conocida como la mayor flota pesquera de Europa, a ser la pagana de todos los males generados en el Atlántico Norte y Cantábrico, sin que nadie encuentre una explicación al por qué -si no son los barcos españoles los causantes del desastre- de su tan lamentable estado.

Preocupa, y con razón, la situación del Mediterráneo. Pero no se puede perder de vista lo que acontece en aguas atlánticas comunitarias después de esas amplísimas reducciones de flota y el ¿control? de las pesquerías con reducciones constantes de TAC y cuotas que están logrando, eso sí, que se acabe con la especie "pescador".