No es tarde. Hay tiempo. Con un acuerdo mayoritario de los países y su capacidad para rehacerse de lo peor, nuestro mar puede volver a ser "casi" lo que fue.

Hay futuro, pero éste pasa necesariamente por la designación de las áreas marinas protegidas en alta mar y en la zona litoral próxima. Lo dice la ONU. "Los criterios de identificación de estas áreas incluirán su importancia para especies amenazadas, la fragilidad de los ecosistemas, su rareza y representatividad, la conectividad de los hábitats y su resiliencia o capacidad de resistir el cambio climático", señaló el investigador del Instituto Español de Oceanografía y coordinador de Relaciones Internacionales Carlos García-Soto en la última de las sesiones del Comité Preparatorio celebrado en Naciones Unidas durante 2016 y 2017 para asesorar a la asamblea general que decidirá el futuro acuerdo en 2018 o 2019.

A finales de julio en la sede de Naciones Unidas en Nueva York tuvo lugar esta reunión para sentar las bases de un acuerdo internacional vinculante para la protección y gestión del medio marino en alta mar. Delegaciones de todo el mundo discutieron sobre la conservación y uso sostenible de la biodiversidad marina en aguas más allá de las jurisdicciones nacionales y alcanzar tal acuerdo vinculante para la protección y gestión de estas zonas que ocupan el 60% de los océanos. Ese acuerdo se fundamenta en la Convención de la Ley del Mar de 1982 e incluirá la legislación referente a las futuras áreas marinas protegidas internacionales, las evaluaciones del impacto ambiental en aguas internacionales, el futuro uso de los recursos genéticos marinos, etc.

El investigador García-Soto apuntó que en la actualidad la gobernanza en aguas internacionales es muy débil, para añadir: "La futura ley responderá a la necesidad de ampliar las medidas de protección, cubrir las lagunas regionales y mejorar la coordinación entre los diferentes organismos ya existentes".

Tal vez aquí resida la principal dificultad para esa deseada recuperación de la biodiversidad marina en aguas internacionales. El problema para hacer realidad este sueño no es otro que el hacer valer los intereses de cada uno de los estados y sus organismos, que parecen superar mucho la necesidad de acordar de forma vinculante la protección y la gestión de los océanos.