Empeñados como estamos en poner punto final a la sobreexplotación de la pesca (sobrepesca) no nos detenemos a pensar en las consecuencias reales de lo que tal lucha supone desde determinados planteamientos que para nada tienen en cuenta una sostenibilidad en los mares que, a quien más interesa, es a los pescadores. Por ello, permita el lector que pregunte si, en el fondo de la cuestión, importa más la sobrepesca que la pesca en sí. O, dicho de otro modo: ¿será que conviene que la pesca deje de existir en, por ejemplo, la UE?

Estoy convencido de que puedo estar en un lamentable error de apreciación; pero también barajo determinadas circunstancias generadas a partir de decisiones comunitarias que no logro entender. Por ejemplo: a la UE le viene más a cuenta importar la pesca que precisan los estados miembros que destinar a estos ayudas económicas cada vez mayores al objeto de que la pesca, como sector, se mantenga viva. Lo que menos le preocupa -al menos aparentemente- es la existencia de pescadores (que cada vez son menos y, si no, revísense los datos referidos por ejemplo a Galicia, comunidad pesquera por excelencia cuyo número de trabajadores y barcos va en continuo declive).

¿Le importa realmente a la Unión Europea la existencia de la pesca como sector productivo? ¿Le importa a España la supervivencia de la pesca como tal sector? ¿Conviene mantener un sector que, a corto o medio plazo, puede ser superado por la acuicultura? ¿Resulta más barato sufragar los gastos de la acuicultura que los de la pesca salvaje? ¿Qué hace que, tanto la UE como el Gobierno español, se inclinen de forma tan evidente en favor de la acuicultura y, sin embargo, no muevan un solo dedo por recuperar las pesquerías que interesan por su carácter comercial al que denominamos sector pesquero? Esta recuperación sería relativamente fácil con algo que las autoridades españolas han practicado con la anuencia de la Comunidad Europea durante años: las paradas biológicas que permiten la recuperación de especies mediante la paralización temporal de buques cuyos armadores y tripulantes eran compensados económicamente. Lo mismo van a hacer las autoridades portuguesas con sus pescadores de bajura ante la aparente evidencia de la drástica reducción de especies comerciales que les interesa conservar. Esto parece impensable en España y, menos todavía, en Galicia.

Cuando estamos a punto de cumplir el primer cuarto del siglo XXI, la UE hace oídos sordos a unas experiencias prácticas que permitieron la recuperación de las pesquerías. Ignoran su propio pasado, que es el nuestro.

Me recuerda a lo acontecido en tiempos del rey Carlos III, firmante de un decreto que, en la práctica, ponía en su reino fin a una raza -hoy etnia- que era la gitana.

Por aquel decreto, los gitanos, mayoritariamente asentados en Andalucía, dejaban de existir: se les negaba el uso de la lengua que hablaba la inmensa mayoría de los habitantes de aquella España, se les inducía -por no decir obligaba- a emplear apellidos cristianos que para nada utilizaban los gitanos en su vida nómada; se recortaban ásperamente sus costumbres e incluso modos de vestir, etc. Se les condujo, en definitiva, a renunciar a sus orígenes. Y, a pesar de todo, aunque cada vez son menos, los gitanos, en tanto que etnia diferenciada, siguen ahí, si bien cada vez más integrados en una sociedad que, en buena medida, los mantiene al margen.

En el sector pesquero, los decretos, las ordenanzas, las normas, han ido mermando la capacidad de la flota gallega. El sistema aplicado es similar al de Carlos III: se cortan los vínculos (aplicando recortes en sus posibilidades de pesca) y se obliga a reducir la flota. Sin flota, no hay armadores ni pescadores, y el sector pesquero se hunde a pesar de los esfuerzos de unos pocos que quieren seguir pescando. Pero ya es un sector capitidisminuido, apenas sin voz ni fuerza, carente de apoyos en su país y con toda la parafernalia de lobbies medioambientalistas y petroleras en contra, lo que hace que ni siquiera se vea -yo no lo veo- un futuro en el que, aunque sea como los gitanos de hoy, puedan dar testimonio mañana de su existencia como sector. De la pesca, pero sector.

Por esto me pregunto si lo que está detrás de la acusación de sobrepesca no es otra cosa que un decreto que, mañana, impida pescar y contribuya a la desaparición de la pesca como sector para que viva la acuicultura.

No niego a esta su derecho a existir, pero me rebelo contra todo aquello que implique la desaparición de un medio de vida, de un modo de vivir, de un referente esencial para un país, Galicia, que sería muy distinto si deja de ser pescador.