La nueva secretaria general de Pesca, Alicia Villauriz, quiere asegurar la sostenibilidad de la actividad pesquera en cualquiera de sus dos facetas: la pesca y la acuicultura. Y para analizar los principales desafíos que afronta el sector pesquero español se ha entrevistado en Bruselas con el director general de Pesca y Asuntos Marítimos de la Comisión Europea (DG MARE), Joao Aguiar, a quien ha expuesto su preocupación por las posibles consecuencias que pueden plantear la próxima entrada en vigor de la obligación de desembarque de lo que hasta ahora es considerado materia de descarte. Alicia Villauriz ha pedido que se consideren "alternativas pragmáticas" y que se "afronte con la flexibilidad necesaria para asegurar que su aplicación no genere un impacto negativo en la flota".

Aunque la DG MARE y la Secretaría General de Pesca española se han comprometido a trabajar coordinadamente y han establecido una agenda de trabajo entre sus equipos para conseguirlo, el escepticismo al que la postura de permanente ignorancia de la UE ha conducido a este cronista me hace pensar que ambas partes saben -y mucho- que los desembarques van a ser lo único viable y que el problema recaerá exclusivamente en la flota española porque la DG MARE no va a modificar en absoluto lo que está dispuesto. Y quede constancia de que me gustaría enormemente errar en mi apreciación y tener que pedir disculpas por ser escéptico, cuando no mal pensado. Pero es que la UE no nos da demasiadas alegrías en el plano de la pesca y sus consecuencias para un país que tanto depende de esta (especialmente de las comunidades del Cantábrico Noroeste, Andalucía, Canarias y, menos ya, la zona mediterránea).

No, no hay motivos para el optimismo: la única puerta abierta que nos dejan la UE y, por derivación de esta, la DG MARE, es apechugar con los desembarques, olvidarnos de los descartes y seguir pescando incluso aquello que, con toda seguridad, sabemos que llegará muerto al desembarque. Flaco favor, por tanto, a la sostenibilidad de la actividad pesquera que preconizan las partes reunidas en la capital belga.

Resumiendo: nada nuevo bajo el sol. O, si lo prefieren, más de lo mismo: cambian los políticos, pero la política de los nuevos es la misma que los viejos han diseñado.