Una oportuna entrevista realizada hace unas semanas en Portosín por Pilar-Aymara Fernández al presidente de la asociación de cerqueros gallegos Acerga, José Blanco, pone sobre aviso al sector por lo que para este año, y así desde hace tiempo, ha significado el reparto de las cuotas de sardina, consecuencia de la negociación entre España y Portugal. De las 14.000 toneladas que se han distribuido, el 70% de las mismas y por la aplicación de los denostados derechos históricos, benefician a un total de 110 cerqueros lusos cuando en el caladero Cantábrico Noroeste los barcos de cerco -en su inmensa mayoría gallegos- son 280 que han de repartirse en este tramo del acuerdo bendecido por la UE un total de 2.800 toneladas de sardina, es decir el 30% de lo adjudicado a las flotas gallegas dedicadas a la captura de esta especie en el mencionado caladero.

No se entiende. Y menos, destaca José Blanco, que sea precisamente el Gobierno gallego el signatario de un acuerdo que, desde un principio, se sabe no va a beneficiar en absoluto a los pescadores de bajura gallegos.

¿En qué piensan antes de estampar su firma en un documento que, ni mucho menos, equipara las flotas y que discrimina a Galicia?

Nos dejan en fuera de juego cuando se trata de comenzar a contar de la desembocadura del río Bidasoa en el Cantábrico, y se nos pita penalti -la falta más grave que hay en cualquier partido de fútbol- a partir del límite de la desembocadura del río Miño. Así no es de extrañar que Portugal proponga acuerdos y firme estos a sabiendas de que siempre saldrá beneficiado porque sus barcos, siendo menos que los españoles, pescarán más que estos. Y Galicia, pese a ello, acepta.

Claro que, de no ser así, la única posibilidad que le queda al sector cerquero gallego es aceptar el cierre de la pesquería -ya al inicio del año, no como ahora, que lo está por haberse agotado el cupo- y no sabe uno qué sería peor: no pescar o pescar poco, casi nada, una semana, mientras los barcos del país vecino (Portugal) pueden capturar hasta 3.000 kilos diarios de la pilchardus.

No tiene apaño: o nos morimos o nos matan.