He de confesar, y lo hago sin rubor, que soy la consecuencia de una generación de chavales que, allá por los años 50 del siglo pasado, consumían aceite de hígado de bacalao. Y digo "la consecuencia", porque mi madre intentó en una ocasión hacerme "tragar" el tal aceite y servidor se negó al bebible porque olía mal, muy mal.

Ahora, en plena campaña contra el consumo en fresco o poco cocido de peces en cuyos intestinos se aloja el anisakis, me entero de que los japoneses y los europeos del norte son los más afectados por intoxicación de tal parásito.

Pero, claro, cuando japoneses y escandinavos se intoxican parece que nosotros, los consumidores de pescado del sur de Europa debemos estar, por extensión, con un pie en la tumba y comienza la campaña para reducir o evitar el consumo de pescado. Aquí no se quieren casos de anisakiosis, del mismo modo que hace años nos orientaban hacia el consumo de pescado blanco y de rechazo al pescado azul, mientras que en la actualidad la ciencia médica se inclina abiertamente por la ingesta de pescado azul y su Omega 3 manda, y manda mucho.

El bacalao es un pez portador de anisakis. Como lo son la merluza, el salmón, la palometa, etc. Nunca ha habido problemas mayores por el consumo de estas especies y, como me recordaba recientemente un viejo amigo, verdadero lobo de mar, son los marineros los primeros en comer el pescado que capturan bien en caldeirada -cocido con patatas, cebolla, pimiento y debidamente adobado con pimentón, ajo y aceite-. "Y nunca se intoxicó o murió nadie por comer una buena caldeirada en, por ejemplo, Gran Sol. Alguien está loco en este país, paisano", me decía este buen amigo, patrón muchos años en barcos con base en el puerto de A Coruña.

Según ha dicho la patronal pesquera Cepesca, el sector pesquero español, como el del resto de la Unión Europea, "es consciente de la existencia del anisakis y lleva varios años invirtiendo y acometiendo diversas iniciativas para paliar su proliferación". Y añade que se forma a las tripulaciones, al tiempo que se incorpora nueva tecnología a bordo para atajar este problema. Es una maquinaria -lo saben bien en Burela- que permite eliminar los parásitos de las vísceras desechadas de los pescados "evitando así que acaben en el mar y puedan ser ingeridas por otros peces". Por ejemplo, el calamar, añado.

La anisakiosis (posibles alteraciones digestivas y reacciones alérgicas) "solo se puede contraer si se come pescado crudo o prácticamente crudo". Lo afirma la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aecosan), dependiente del Ministerio de Sanidad, por lo que las ostras, mejillones, almejas, coquinas y demás moluscos bivalvos, así como semiconservas como las anchoas (en envase metálico, de vidrio u otras presentaciones) y pescados desecados salados como el bacalao o la mojama "no pueden causar esta enfermedad, aunque se consuman en crudo y sin congelar previamente".

La alarma, exagerada mediante algunas informaciones al respecto, está perjudicando al sector pesquero ya muy afectado por los continuos recortes que aplica la UE.