Influidos por narraciones, películas y reportajes, nos hemos creado la idea de que las orcas son animales marinos sin más objetivo que el de matar a todo cuanto nade en sus proximidades. El concepto de "orca asesina" es el que prevalece, aunque en el fondo sabemos que la orca, como cualquier animal, mata para comer. Son animales irracionales. Pero, para corregir esta apreciación, invito al lector a situarse en el mar de Salish, entre Canadá y Estados Unidos. Aquí, una familia de orcas de unos 75 ejemplares, se está muriendo un poco cada día porque le falta un alimento para ellas esencial: el salmón real, al que el cambio climático afecta de manera evidente.

Sin el necesario salmón, las orcas se mueren de hambre. En algunas son visibles las formas de sus costillas. Esta población de orcas podría extinguirse por completo por los planes para construir un gigantesco oleoducto de 1.150 kilómetros: el Trans Mountain Expansion Project, que incrementaría siete veces el tráfico de buques cisterna, con enormes tanques de petróleo, en la costa del Pacífico. Las orcas estarían expuestas a un mayor riesgo de colisión mortal; además, el ruido de sus máquinas afectaría a su capacidad de encontrar la poca comida que les queda. En caso de accidente con vertido de crudo al mar, el ataúd de esas orcas estaría ultimado.

El proyecto del oleoducto nos hace pensar. Seguro. Pero también quiero llevar al ánimo del lector una circunstancia que hace que titule de ese modo ( Las orcas también lloran) este trabajo: una orca lleva once días empujando el cadáver de su cría en el Mar de Salish. La cría -que murió en tan solo media hora- es la primera en nacer en los últimos tres años en esta población. Por lo que sea la madre orca se negó a dejar atrás a su cría y ha estado 11 días empujando sin parar el cuerpo sin vida hacia la superficie mientras se desplazaba con el resto del grupo. Posiblemente porque somos racionales, los seres humanos no haríamos esto; pero las orcas no son humanas, aunque lloren, a su manera, la muerte de sus hijos.

Una situación desgarradora. El futuro de la manada tampoco es bueno porque 12 bancos internacionales -entre estos uno de los más grandes de España- vinculados a la financiación del oleoducto no renuncian a seguros beneficios derivados de la destrucción del medio ambiente marino, por más que las orcas lloren.