Si es verdad aquel dicho tan popular según el cual "algo tiene el agua cuando la bendicen", lo mismo habría que decir de Rosa Quintana, la que hoy es, junto con el vicepresidente de la Xunta y conselleiro de Presidencia, Alfonso Rueda, la más veterana de los miembros del equipo que preside Alberto Núñez Feijóo desde que este llegó a ostentar la Presidencia del gobierno gallego, en el que relevó al socialista Emilio Pérez Touriño.

Feijóo ha promovido nuevos cambios al objeto de situar al frente de las candidaturas del PP a dos significados conselleiros, aspirantes a las alcaldías de A Coruña y Ferrol en las elecciones municipales de 2019. Pero Rosa Quintana Carballo, como las famosas baterías, sigue y sigue y sigue. Y algo debe tener esta venezolana cuya vida profesional ha transcurrido -y lo que le queda- circulando por los pasillos de San Caetano con algo íntimamente relacionado con la mar. Toda su trayectoria, desde su entrada como funcionaria en la antigua Consellería de Pesca (1987), ha tenido una especial vinculación con los asuntos pesqueros. Es bióloga, dada su condición de Doctora en Biología por la Universidade de Santiago. Y desde el año 2009 es conselleira do Mar aunque compatibilizó Medio Rural y Mar durante una etapa hasta que, en la anterior remodelación ejecutada por Núñez Feijóo en el seno de la Xunta, pudo desprenderse de la "carga" de Medio Rural o Agricultura, para dedicarse exclusivamente al mundo de la pesca.

Continúa, pues, Rosa Quintana. Y la legislatura llega a su ecuador. La conselleira, a lo suyo, que no es, ahora mismo, sino poder dar continuidad a un sector, el de la pesca, que no espera grandes gestos sino soluciones para la infinidad de problemas que les vienen encima derivados, quieran o no, del divorcio de la UE de los británicos, del continuado desguace de barcos de pesca, de la constante reducción de las cuotas pesqueras y los puestos de trabajo en los que cada vez hay menos pesqueros en activo, del apretarse cada vez más el cinturón para un sector esencial en la economía de Galicia como es la pesca de cerco y el arrastre de litoral, la escasez de pulpo en nuestros mares y un largo etcétera en el que no faltan el que ahora se dice empoderamiento de la mujer del mar, las amenazas externas al consumo de pescado por la presencia en buena parte de este de parásitos como el anisakis (que se dice hay interés en potenciar más allá de lo que el dichoso gusano significa y que induce al consumo de pescado no salvaje) y así hasta el infinito y más allá.

Quintana, pues, sigue y sigue y sigue, señal de que lo debe de estar haciendo bien a ojos del jefe del Ejecutivo gallego. Entre los más directamente implicados en las decisiones de la conselleira hay opiniones para todos los gustos. Pero se debe reconocer su capacidad de trabajo, su entrega a la tarea encomendada, y sus, a veces, silencios. Y hasta su comedimiento. Porque es comedida incluso en sus expresiones. Porque estoy seguro de que, muchas veces, le hubiera gustado decir más de lo que dice, pero opta por guardarlo en la caja de lo no dicho antes que generar tremolina.

La conselleira Quintana, por tanto, permanece. Le va a afectar de pleno el Brexit. Y también los desembarques obligados. La falta de cuotas necesarias para las flotas de la sardina, el jurel, la anchoa, la caballa (cerco y arrastre de litoral, además de xeito) hará explosión en su carpeta en cualquier momento. Los furtivos se le escabullen de entre los decretos y la declaración de su actividad como un delito. En el Servizo de Gardacostas se gestan protestas.

Pero Rosa Quintana, doctora en biología, seguirá al menos hasta que Núñez Feijóo quiera. Esto es seguro, porque Rosa Quintana no se va a marchar, y menos por la puerta chica o la puerta de atrás.