Un triunfo?

Para algunos, el acuerdo de reparto de los totales autorizados de capturada consecuencia de casi 17 horas de discusión desarrollada en Bruselas es un punto a favor de las tesis españolas. Para los ecologistas dicho acuerdo es un "avance muy modesto e insuficiente" si se quiere que todas las pesquerías sean sostenibles en 2020. Para el sector pesquero es, cuando menos, un balón de oxígeno que les va a permitir seguir respirando en medio de la dificultad. Porque, al fin y a la postre, si el Total Admisible de Capturas (TAC) y cuotas establecido para el año que acaba no era suficiente, tampoco lo va a ser el acuerdo dado a conocer en la madrugada de ayer que muy poco o casi nada mejora lo que ya se tenía.

¿Lo mejor, o lo más importante? España va a mantener la cuota de merluza en el caladero sur después de cuatro años consecutivos de recortes, y se aminoran los efectos —a partir del 1 de enero de 2019— de la prohibición de los descartes en el sentido de que la creación de una bolsa común de capturas de especies para las que España no tiene licencias, puede —y debe— permitir que se mantenga la actividad de las flotas. Pero, ojo, esta no es la panacea a un mal que se viene gestando desde hace muchos años y para el que ni España ni la Comisión Europea encuentran remedio.

Casi 17 horas de negociación y las distintas flotas gallegas no aumentan sino mantienen su capacidad extractiva. Puede que sea un triunfo. Puede. Porque la pretensión de la Comisión Europea era reducir y reducir, sin tener contemplación alguna con las voces de la experiencia marinera que han dicho por activa y por pasiva que la única política pesquera que aplica la UE es la del acoso y derribo de la flota española.

Menos da una piedra, efectivamente. Y, tal y como están las cosas de la pesca en el seno de la Unión Europea, es como para disparar un cohete de sete estalos.

El acuerdo da para, con mucha imaginación, pensar en que los culos inquietos han, cuando menos, calentado los asientos.