La ría de Muros-Noia fue, allá por los años 50 del siglo pasado, lugar de recalada de pesqueros que llegaban a esta zona en búsqueda de cebo vivo que utilizar en las diversas pesquerías que, desde el rincón nordeste del Cantábrico al sur del Atlántico gallego, permitían vivir „mal que bien„ a armadores y tripulantes de esas embarcaciones.

José Varela, el conocido Mestre cariñés fallecido hace más de 30 años, me ha hablado largo y tendido de aquellas interminables jornadas de pesca que casi siempre iniciaban en la ría de Arousa para, a continuación, pasar a la de Muros-Noia y, con todos los pertrechos dispuestos, realizar lances y más lances en la captura de sardina o xouba un día tras otro hasta "llenar" lancha y barco a "los topes".

Eran aquellos tiempos de bonanza, porque pesca la había a dar y tomar y no había quien pusiera orden en las capturas a realizar, tanto en cuanto a cantidades como caladeros. Y, desgraciadamente para todos, así fueron las cosas: se pescaba incluso en el interior de las rías con aparejos que nunca como ahora fueron mentados por el número de paños ni las longitudes de estos. Tampoco había discusiones sobre la base de los barcos „eso sí, españoles„ que faenaban en campañas no muy largas. Se hacía del mismo modo en aguas del Cantábrico, desde Asturias (as Asturias, decía el recordado Varela) hasta las entonces comúnmente denominadas vascongadas, a donde iban las embarcaciones gallegas más potentes. Pescaban por las proximidades de la costa cantábrica vasca, y vendían en puertos gallegos sus capturas. Y no había discusiones, ni se fijaban topes inamovibles, sino que, a su libre albedrío, pescaban y dejaban de hacerlo cuando percibían que la pesca disminuía. Había que distribuir beneficios y que estos fuesen para todos.

En la actualidad la música es muy otra. Y quien más, quien menos, lamenta que los barcos de una comunidad que no sea la propia acudan a una zona concreta del caladero nacional considerando que la presencia de tales barcos no son sino una competencia cuasi desleal, sin tener en cuenta que el del Cantábrico Noroeste es un caladero nacional en el que, por ser España uno de los 28 „todavía„ Estados miembros de las UE, ha de ceder aguas y cuotas a buques de otras nacionalidades „Francia, Portugal e Irlanda, especialmente„ para, de este modo, compensar lo que España captura en aguas de otros países miembros.

Camino de los 80 años de aquella fértil etapa de pesca para los barcos nacionales y, particularmente, los que tenían entonces base en cualquiera de los puertos de las hoy comunidades autónomas de Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco, resultan imposibles aquellas jornadas de pesca de las que vivían poblaciones enteras que compatibilizaban la pesca de la sardina, el chicharro. la anchoa, el bonito, etc., con el trabajo en el campo o el monte. Y vivían. Mal, pero vivían.