Los profesionales gallegos de la pesca conocen sobradamente su oficio. Ellos realizan las capturas que pueden „o las que les permite la Unión Europea„ y los intermediarios se encargan de lograr precios que consideran adecuados, pero sin que, en la cadena de valor, se sumen todos los elementos que influyen en el resultado final: horas de trabajo, salarios (donde los hay), consumo de combustible, gastos propios del buque y la casa armadora, etc. Es decir: sabemos pescar, pero seguimos con la asignatura pendiente de la comercialización. Y así nos va.

Los viejos armadores nacían en la tablazón de la cubierta del barco. Mamaban la salitre y encallecían sus manos halando los aparejos o las líneas (ahora empezamos a seguir a los pescadores vascos en el uso de varas o cañas con cebo vivo). A aquellos viejos lobos de mar que realizaban los pagos de las "partes" y las chonas en bares o tabernas del tres al cuarto les ha sucedido una generación de armadores modelados en despachos que apenas huelen el pescado y venden las capturas online. Pero no son mejores que sus antecesores. Ni siquiera logran resultados más beneficiosos para las empresas, pendientes siempre de las normativas comunitarias y las reuniones de salón, herederos de unja empresa, una sociedad, creadas entre la niebla de los Celtas cortos y el "caldo de gallina", a la vera de un chiquito de vino del Ribeiro o un vaso „la copa no existía entonces„ de vino del país (nadie bebía vino Albariño a la hora de cerrar una negociación. Si acaso, una copa de Fundador).

Pero la realidad continúa siendo la misma: los pescadores gallegos „salvo muy honrosas excepciones„ no saben „¿no quieren? „ profesionalizar la comercialización de sus capturas. Y aquí radica uno de sus principales errores.

Se pesca más para vender en los mercados o en las grandes superficies que para lograr una adecuada rentabilidad a la calidad de sus pesquerías, a las que no se valora adecuadamente cuando, sin embargo, la marca Galicia en pescados y mariscos es lo que verdaderamente vende en mercados y restaurantes de toda España.

¿Por qué no sabemos o no queremos comercializar como lo hacen en otras comunidades autónomas u otros países más o menos pesqueros que Galicia?

¿Acaso no interesa?

Las tres universidades existentes en nuestra comunidad autónoma tienen verdaderos especialistas que pueden abrir brecha en la cerrazón de unos y otros ante el desafío de la comercialización. Siendo así, ¿por qué no damos paso a aquellos que sí saben hacerlo para que nos enseñen lo que es comercializar un producto de la pesca o al marisqueo que vaya más allá del regateo en la plaza después del ya realizado en la lonja?

Sacar provecho al sudor de cada día. Ni más, ni menos. Con sentidiño.