Principio y fin. El pasado es cierto. El futuro es falso. Y Odisea (Imagenio, Digital+, qué sé yo) dedica el mes de noviembre a explorar un montón de vertientes del futuro más futuro de todos los futuros, el futuro por excelencia, un futuro tan futuro que un futuro más futuro no puede ser pensado: el mismérrimo fin del mundo. Eso es el futuro y lo demás son tonterías. Cada sábado de este mes a las 16.00 y a las 23.00. Ya vimos el otro día La secta del fin del mundo, un escalofriante documental sobre un pirao que anda en medio de Nuevo México con cincuenta personas de todos los sexos y edades a las que tiene convencidas de ser un enviado de Jesucristo que las salvará de un armageddon que ya tiene fechado. Y se anuncian para los próximos fines de semana El Apocalipsis y el fin del mundo -sobre el chispeante libro que cierra la Biblia-, El día final -sobre todas las formas en las que un enfado de la naturaleza puede enviarnos a todos a pacer- y Turismo por el fin del mundo -sí, existe una agencia de viajes que organiza relajantes y fascinantes tours por donde se supone que tendrá lugar la madre de todas las catástrofes-. Todo falso, por supuesto: lo del libro de la Revelación, lo del tío éste que hace rituales con siete vírgenes en medio del desierto, lo de la agencia de viajes y lo de las profecías y las catástrofes. No olvidemos que estamos ante un tema básicamente religioso y, claro, tantos milenios de mentiras permanentes hacen difícil encontrar media verdad en estos asuntos.

Pero el pasado es cierto. Ciertísimo. Quizá para compensar el rollo apocalíptico, Odisea también programa este noviembre Darwin y el árbol de la vida, la última obra de David Attenborough sobre la figura de Charles Darwin que hará llorar de felicidad a todo hijo de vecino que viva en el mundo real y no en el de los calendarios mayas. Alfa y omega. Principio y fin. Lo único que sabemos sobre el futuro es el pasado, y su lógica básica -la evolución- la descubrieron hace ahora 150 años Charles Darwin y Alfred Russell Wallace sin necesidad de estar en la isla de Patmos ni de ser discípulos del Señor.