La exposición sobre la obra creada por el genio universal Pablo Picasso durante su adolescencia coruñesa, de 1891 a 1895, que inaugurarán los Reyes el próximo jueves en el Museo Provincial de Bellas Artes, pretende ser un reclamo que refuerce la pertenencia de la ciudad de A Coruña al llamado triángulo picassiano en España, con Málaga y Barcelona. Un reclamo cultural, identitario y turístico, que ha sido desgraciadamente una de las grandes oportunidades desaprovechadas por A Coruña en el último medio siglo.

A Coruña pudo haber tenido con París el mejor museo de Picasso en el mundo, afirmaba Antonio D. Olano, biógrafo y amigo personal del pintor, quien añadía que solo había que habérselo pedido. El artista esperó hasta su muerte por ese gesto, que nunca llegó. Una afirmación que corroboró el actor coruñés Fernando Rey, habitual del círculo íntimo de Picasso, a quien el pintor confesó cuando rodaba Tristana con Buñuel, que en A Coruña se habían despertado sus sentidos, como hombre y artista. Y eso le había acompañado siempre en su obra posterior.

En los últimos años del franquismo, cuando ese milagro estaba aún al alcance de la mano, la palabra Picasso era sin embargo un tabú que inspiraba todavía temor en la política coruñesa. Aquí no se había olvidado que el pintor Luis Huici, impulsor de una primera y frustrada exposición de Picasso en A Coruña fue paseado en 1936.

Díaz Pardo solía recordar que intentó retomar en los años 60 la iniciativa de exponer aquí la obra coruñesa de Picasso y solo encontró trabas al proyecto. La obra coruñesa sería el último legado del que Picasso se desprendió, al cedérselo en 1970 a Barcelona, que sí se interesó por ella, tras quedarle patente que desde A Coruña no la reclamarían.

Esta primera gran oportunidad histórica perdida pudo aún remedarse tras la llegada de la democracia. Se pudo retomar con el primer centenario en 1985 de la primera muestra pública de un cuadro del jovencísimo Picasso en la calle Real coruñesa, el Mendigo con gorra (1895), de la que este febrero se conmemoran 120 años, motivo de la exposición de Bellas Artes. En los 80 aún se estaba a tiempo de situar a la ciudad coruñesa en el mapa picassiano mundial. Así lo comprendieron en Málaga, ciudad natal del genio, donde a partir de 1989 comienzan laboriosa y tenazmente a poner en pie desde cero lo que hoy es el tercer museo en importancia de Picasso en el mundo.

No existió, lamentablemente, esa visión de futuro en las autoridades coruñesas de entonces, más volcadas en las grandes epopeyas del ladrillo, que no movieron un dedo para incorporar la ciudad al prometedor circuito picassiano, más allá de un poco ambicioso remozado sin ninguna obra original de la casa de Payo Gómez donde vivió el artista de los 10 a los 14 años.

Fruto de esa incomprensible desidia fue que los coruñeses no pudieran ver hasta 2002 en su propia ciudad las obras aquí creadas por Picasso en el último tramo del siglo XIX. Fue en ese año cuando la Fundación Barrié zanjó la asignatura pendiente al traer por primera vez la obra coruñesa de Picasso, en una completa exposición que mostró en la sede del Cantón medio centenar de trabajos pictóricos realizados aquí por el pintor. Una muestra, por cierto, inaugurada por el Príncipe que ahora retorna como Rey para abrir este jueves la exposición de Bellas Artes.

En 2002 pudo contemplarse por primera vez tras más de un siglo El mendigo con gorra y la emblemática Niña de los pies descalzos, seguramente su primer amor, inmortalizado en un cuadro que el pintor conservó celosamente hasta su muerte. Ambos podrán volver a verse ahora en la ciudad coruñesa.

Un informe sobre potencialidades turísticas en España presentado en noviembre de 2014 en la capital española daba una gran relevancia al triángulo picassiano formado por Barcelona, Málaga y, en menor medida, A Coruña, que considera el vértice olvidado. "A Coruña perdió mucho tiempo en sumarse al potencial de este mapa picassiano de interés internacional, debió hacerlo mucho antes, cuando eran factibles actuaciones que hoy parecen más difíciles, pero parece que está despertando y aún se pueden alcanzar a pesar de todo objetivos importantes", concluye el informe.

La exposición que los Reyes inaugurarán el próximo jueves es un paso importante hacia esa meta, siempre y cuando no se quede en un puntual oportunismo electoral. A Coruña tiene que saber exprimir todo el potencial posible a esa relación histórica y creativa única que mantiene con uno de los iconos del arte mundial.

Otra cosa son los criterios no ya de la exposición en sí y su inauguración, ambos un acierto, sino los de sus aledaños, esos en los que el Concello ha decidido gratuitamente embarrarse para, con el dinero de todos y a mayor gloria del alcalde y de sus acólitos, costear proyectos que rozan el estrambote y no responden a más criterio que la pernada preelectoral, la autocomplacencia y el conchabeo.

Es cierto que la falta de visión en el pasado, incluso en el más reciente, le ha impedido a la ciudad acceder a lo más importante, la obra original de Picasso con la que otros supieron hacerse. Pero aún se puede hacer mucho para mejorar esa carencia.

En los últimos años se ha abierto paso entre los especialistas la tesis de que la iniciática obra coruñesa contiene las claves del universo picassiano. El genial artista nunca lo dudó y así se lo confesó a su marchante y amigo Daniel-Henry Khanweiler, a quien reconoció que el periodo coruñés era más valioso artísticamente que el barcelonés.

Sería persistir en el error dejar que el foco de atención que la inauguración de los Reyes atraerá sobre la ciudad picassiana que Picasso siempre llevó en el corazón se apague una vez pasados estos fastos. Las autoridades coruñesas deben buscar con el rigor, la tenacidad y el ahínco que nunca se emplearon hasta ahora, fórmulas para poner en valor este universo picassiano coruñés. Deberían lograr atraer a la ciudad y ofrecer a sus visitantes contenidos relacionados con el artista que enriquezcan su magro patrimonio actual. Debería estar claro el objetivo de que A Coruña deje de ser en un futuro próximo el vértice olvidado del privilegiado triángulo de Picasso en España y resurja como la ciudad en la que el artista más valorado del siglo XX incubó su genialidad.