La noria “más grande de España”, según sus promotores, coches de choque, atracciones para niños, exposiciones de fotografía, proyecciones de cine, paseos por las dársenas, zona de baño delimitada y con socorristas en O Parrote... Los últimos meses han dejado una ristra de actividades públicas de ocio en la franja portuaria que va desde el castillo de San Antón hasta la plaza de Ourense. Y, para el inicio de otoño, la Autoridad Portuaria ha anunciado la apertura a los ciudadanos del muelle de Calvo Sotelo, que, junto al de la Batería, conforma el primer espacio que se pretende vender para hacer caja con la que hacer frente a la deuda por la construcción de la dársena exterior de punta Langosteira, en torno a los 300 millones de euros, con el propio Puertos del Estado como acreedor principal tras conceder un préstamo de 200 millones.

La apertura de los muelles a la ciudadanía, impulsada por el Puerto desde que Martín Fernández Prado accedió a su Presidencia hace año y medio, demuestra que, en contra de lo que algunos actores políticos de la ciudad han mantenido con pertinaz insistencia en los últimos lustros, la venta no es el paso previo e imprescindible para el uso público; que los muelles ya son públicos y que abrirlos a la ciudad solo requiere voluntad de las administraciones implicadas. Sin enajenación millonaria de por medio, las actividades, en solo unos meses, han incluido exhibiciones culturales, festivales cinematográficos y hasta un miniparque de atracciones este verano. Nada impide continuar esta apertura al mismo tiempo que se renuncia a unos planes de venta que amenazan con hipotecar una oportunidad histórica de reconectar A Coruña con esta franja del litoral o, como mínimo, con transferir el coste de la deuda del Puerto a otras entidades públicas, en caso de fraguar la propuesta de la Xunta de comprar Batería y Calvo Sotelo con el Ayuntamiento.

“La apertura de los muelles a la ciudadanía demuestra que la venta no es el paso previo e imprescindible para el uso público; que los muelles ya son públicos y que abrirlos a la ciudad solo requiere voluntad de las administraciones implicadas”

Las bases del Gobierno central, primero del PP y luego del PSOE, con el acuerdo con la Xunta, el Ayuntamiento de A Coruña y la Autoridad Portuaria, para gestar la construcción de la dársena de punta Langosteira se apoyaron en unos convenios que fiaban buena parte de la financiación a la venta de los muelles, Batería y Calvo Sotelo en un primera fase y San Diego y Petrolero en una posterior, para la construcción de viviendas, de comercios, de hoteles y de edificios institucionales. Estos convenios han pinchado como la propia burbuja inmobiliaria que todo lo condicionaba, esto también, en aquellos años.

Censurables en su momento, como hemos defendido desde estas páginas estos veinte años, la actual situación económica, viciada por dos crisis casi consecutivas, exige que sean replanteados, sin olvidar que la Corporación local, desde el mandato anterior, se ha posicionado unánimemente para reclamar al Estado una solución a la deuda del Puerto que no se limite a condenar a la ciudad a vender su fachada marítima. La opción, formulada inicialmente por la Xunta, de que sean la Administración autonómica y la municipal las que compren Batería y Calvo Sotelo con el ánimo de garantizar su titularidad pública, no encaja bien con lo que la ciudad está viendo desde hace meses: los muelles ya son públicos y pueden ser empleados por los coruñeses. Más bien parece un modo de aceptar el modelo del Gobierno: que la venta debe ser la solución a la deuda. El Ayuntamiento, que en un primer momento reaccionó a la propuesta de la Xunta exigiendo mayoría en esa compra, se resiste ahora a definir con claridad si, conseguida esa mayoría, entrará en la operación.

Mientras tanto, cada cambio en los mandos de Puertos del Estado incorpora más confusión al futuro de la fachada marítima. Hace año y medio, su entonces presidente, Francisco Toledo, situaba a la Autoridad Portuaria “al borde de la bancarrota” porque no se había cumplido, argumentó, “nada de lo pactado en su momento”, en referencia a los convenios, e instaba a “vender activos”.

Su contundencia contrasta con la posición mostrada esta semana en A Coruña por su sucesor. Álvaro Rodríguez Dapena ha asegurado que el Puerto “puede afrontar perfectamente el endeudamiento adquirido” con sus nuevas perspectivas de negocio en Langosteira, en concreto con los proyectos energéticos,. También ha desvinculado la operación de los muelles de la Batería y Calvo Sotelo de la reducción de la deuda de la Autoridad Portuaria, ya que ha indicado que esa iniciativa no debe verse “como una búsqueda de financiación para el Puerto, porque hoy tiene una cartera de clientes que está en otra dimensión, que es muy ambiciosa y realista”.

Pero no ha cerrado la puerta a recaudar con los muelles. La adquisición del suelo portuario debe realizarse, ha remarcado, “pensando en la ciudad” y ha advertido de que esta operación es “responsabilidad de todas las administraciones”, razón por la que ha alabado la implicación de la Xunta en proponer la aportación de fondos para la compra de muelles.

Si el futuro de Batería y Calvo Sotelo no debe plantearse “como una búsqueda de financiación”, ¿por qué elogiar que una administración esté dispuesta a pagar por ellos? Por no mencionar el giro de 180 grados en Puertos del Estado, que ha pasado, con distintos protagonistas, es cierto, de alertar de la “quiebra” y de alentar a la venta a sostener que la Autoridad Portuaria podrá “afrontar perfectamente” la devolución de los préstamos solo con su actividad.

A solo unos meses de que se complete la apertura al público de los dos primeros muelles condenados en 2002 a salir al mercado, la ciudad desconoce cómo se afrontará económicamente este proyecto; si el uso público de Batería y Calvo Sotelo se apoyará en la venta, aunque sea en un convenio con Xunta y Ayuntamiento, o si se afrontará como hasta ahora, renunciando a esa enajenación y permitiendo que la inversión prometida para comprar muelles pueda repercutir en otras mejoras en A Coruña. Los últimos meses han demostrado que la segunda opción no solo es posible, sino que es la más adecuada.