La Opinión de A Coruña

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Juan Tallón

parece una tontería

Juan Tallón

Quedarse a medias

En una breve entrada de los Diarios y cuadernos de Patricia Highsmith, correspondiente al 9 de marzo de 1942, la escritora recoge una insignificante, pero aún así enigmática anotación: “Me he inscrito en Avistamiento de Aviones. Da clase un joven afable. Es bastante importante y muy inteligente”. No abunda más en el tema, al menos por ahora; me queda mucho libro por leer. Por eso llevo dos días preguntándome por el curso de Avistamiento de Aviones. Aunque intento suponer en qué consiste concretamente, el resultado es insatisfactorio.

Conocer las cosas solo por la mitad es una constante en la vida. Te acostumbras, pero no te acomodas a ella. Quedarse a medias en el conocimiento de algo siempre resulta empobrecedor e incómodo. Cuando ocurre, y ocurre todo el tiempo, sientes que el día de pronto cojea, o deja de fluir, de forma que cada poco te ves atrapado en la contrariedad del misterio. Atraviesas una penosa espera hasta que al fin consigues olvidarlo y que te dé igual no saber.

Me pasó el domingo. Llamamos a un restaurante por llamar. Pasaban de las doce y media y, francamente, creíamos que no sería posible conseguir mesa a esas horas. Teníamos, de hecho, una lista de otros tres sitios en los que intentarlo. Cualquier cosa antes que comer en casa. Quizás el domingo no tuviese ya arreglo, pero ponernos a cocinar nos pareció, de pronto, el error del año. Después de cinco tonos, dije: “Estos no cogen”. Enfadado por ser un nefasto organizador de planes, buscaba el número del siguiente restaurante cuando descolgaron. Era el dueño. Conozco esa voz antipática. Extrañamente, sonó amable. Lo más raro es que dijo que había mesa. Cuando llegamos, y nos sentamos, nos siguió atendiendo él. “Hoy va a ir todo un poco lento, lo siento. No tengo camarero. Acabo de echarlo”, nos dijo. “¿Pero ahora?”, dejó escapar su sorpresa mi mujer. “Sí, hace un rato, cuando llegó”, respondió el hombre sin dar detalles. No fuimos capaces de preguntar por qué lo había despedido y bien que lo lamentamos, porque aún hoy vivimos desazonados por el misterio del qué pasaría.

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