Opinión
Los mercados frente a la guerra
De los diez países más poblados del planeta, solo hay uno que haya impuesto sanciones y apoye a Ucrania. Es Estados Unidos. Los otros ocho —Rusia, obvio, no cuenta— han intentado mantener sus relaciones con el régimen de Putin. India, China, Indonesia, Pakistán, Nigeria, Brasil, Bangladés y México. Los 45 países que han sancionado a Rusia, que equivale a los que prestan apoyo militar a Ucrania, representan al 16% de la población mundial. Casi un centenar de países que condenaron la invasión se han puesto de perfil a la hora de la verdad.
La actividad comercial de Rusia con el exterior sigue en pleno funcionamiento. La Unión Europea ha prohibido las importaciones de petróleo, carbón y diésel ruso, pero no de gas. Según el último Boletín Estadístico de Enagás, el 18,6% de las importaciones de gas que recibe España procedieron en 2022 de Rusia. Por delante: Argelia, EEUU y Nigeria. ¿Se atreverá Bruselas a prohibir totalmente el suministro gasístico ruso que sirve a Putin para financiar la guerra? Contradicciones o, por qué no, hipocresías de la geopolítica.
Las sanciones han afectado a los negocios y a las propiedades privadas de sus oligarcas. También a que los ciudadanos rusos no puedan acceder a algunos productos occidentales o comer en los restaurantes de comida rápida. Quienes pronosticaban el caos económico ruso han errado.
Los análisis financieros sobre la dirección de los mercados se despreocupan de la evolución de la guerra. El escenario más realista estima un enquistamiento durante años de la situación que solo una escalada militar que incluya armas químicas o nucleares podría alterar. Nada agradaría más a los inversores que un acuerdo de paz atemporal a la coreana: el este de Ucrania y Crimea para Rusia.
La búsqueda de nuevas oportunidades de negocio e inversiones se acelera. La inflación remite en Occidente a la espera de que los bancos centrales frenen el alza de los tipos de interés en septiembre. La tan temida hecatombe energética en Europa Central de este invierno no se ha producido. La guerra ha servido para acelerar la transformación energética iniciada con la pandemia. La volatilidad ha marcado el precio del petróleo en estos últimos cinco años. El barril ha tocado los 10, los 120 y los 75 dólares, cotización actual. Preocupa más la evolución de la economía china y su capacidad para recuperar las tasas de crecimiento de antaño. Si China va bien, Wall Street brindará. La corrección sufrida por los mercados de renta fija y variable en 2022, que afectó especialmente a las empresas tecnológicas beneficiadas por la pandemia, ha acabado siendo bienvenida. Pescar en aguas revueltas es la principal habilidad de las grandes gestoras de fondos.
No todos los inversores descartan el peor escenario posible. Ya sea en Rusia o con una posible invasión china de Taiwán que sí acabaría abocando al mundo a una Tercera Guerra Mundial. Los hay que, ante la situación de mayor incertidumbre, deciden incrementar sus posiciones en efectivo, comprar oro o, cómo no, invertir en búnkeres antiatómicos. De todo tiene que haber.
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