Opinión
Carles Francino
En busca del bosque perdido
El aviso de vigilar para que los árboles no te impidan ver el bosque es una de esas frases que se remontan casi al origen de los tiempos. Y que sitúan a la sabiduría popular en primera división. Porque la semana del 8-M, por ejemplo, ha sido un ejercicio constante de apartar árboles en busca del bosque perdido. Resultaría tentador apelar a fenómenos paranormales para explicar cómo a una fecha que ha sido bandera histórica de la izquierda y del feminismo, tanto la izquierda como el feminismo han llegado encabritados en peleas intestinas con la saña que solo destilan las riñas familiares. Pero me temo que la explicación es bastante más prosaica. Creo que para detectar incompetencia, dogmatismo, soberbia o cerrazón no es necesario apelar a los espíritus: salta a la vista. Y conecta con un fenómeno muy contemporáneo, que es el desprecio por el debate.
Lo que hemos visto estos días en el Parlamento, en los medios, en la calle… no ha sido un debate sino una escalada de insultos y descalificaciones, a golpe de tuit y a base de consignas. Que hayan volado alegremente palabras como fascista o traidor cuando en lo básico, que es la defensa de los derechos de las mujeres, existe un acuerdo indiscutible, da una medida del disparate. Dicho todo lo cual, veamos el bosque. El feminismo continúa avanzando y aunque el secretario general de la ONU admita que pasarán tres siglos antes de conseguir la igualdad real entre hombres y mujeres, es obvio que el panorama ha mejorado. Y sus debates internos no son muy distintos a los que sacuden a cualquier otro movimiento social. Discutir, discrepar, debatir, eso no es problema. El problema es hacer el ridículo, dar munición al adversario y apuñalarse. Porque eso siempre deja heridas. Así que la moraleja podemos buscarla también en la sabiduría popular: “Aunque los problemas puedan venir de fuera, las soluciones siempre se encuentran dentro”. O “el exceso de virtudes puede ser un defecto, pero el exceso de defectos nunca será una virtud”. (Estos aforismos los he cogido prestados del libro Mis mejores pensamientos, de Antoni Bolinches. Maravilloso…).
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