Opinión | Shikamoo, construir en positivo

Vacío, lleno o... ¿agobiante?

Paseaba a la hora de pensar este artículo por un pueblo encantador, allá donde el majestuoso Ebro ni siquiera sueña con aquello en que se convertirá, en términos de caudal, longitud y capacidad de transformar paisajes, muchos kilómetros más abajo. Sucedía en Burgos, en esa zona de infinitos meandros en medio del “karst”, de la caliza llevada a su extremo más conmovedor y liviano, donde Pesquera de Ebro u Orbaneja del Castillo llaman de forma poderosa la atención del viajero. Y lo hacía en un momento en que el tiempo parecía detenido y casi ni a un alma te encontrabas en las calles o en el bello camino que acompaña al devenir del agua, rauda hacia destinos lejanos como Tudela, Zaragoza o Tortosa. Todo es quietud y armonía. Paz. Pero por poco tiempo... según me explican en la zona, ya que en unos pocos días todo se pondrá hasta los topes, debido a la gran cantidad de personas que abarrotarán sus calles, plazas, veredas y caminos. Y lo que un día fue un templo de sosiego se convertirá en tal nivel de bullicio que... agobiará. ¿O no? A mi, mucho.

Comprendo que, pese a lo encantado y hasta extasiado que me hallaba yo en tal menester, la primera situación descrita —la quietud— no es la mejor para quien trata de vivir del turismo, de la hostelería o del comercio. Entiendo que se fomenten tales actividades generadoras de ingresos, y que se busquen estrategias para buscarlo. Sé que el mismo es uno de los rubros más potentes en los ingresos del país, y que son muchas las personas que viven directa o indirectamente de ello. Pero... ¿hay algún límite para tal actividad? ¿Una zona tiene capacidad infinita de absorción de visitantes, o no? ¿Va bien el “cuanto más, mejor” o, por el contrario, existen límites claros en la afluencia de tales flujos a un determinado recurso o territorio?

Estas son las preguntas sobre las que quiero reflexionar en este artículo. No para elaborar respuestas cerradas —nada más lejos de mi intención— sino para construir un cierto marco de referencia a la hora de buscarlas. Peo lo cierto es que las evidencias, a día de hoy, nos muestran algunas zonas de acogida verdaderamente sobreexplotadas. Calles rebosantes de personas, problemas con todo tipo de servicios por la afluencia excesiva de visitantes y una cierta dosis de insatisfacción para quien acude pero que, por el gran nivel de visitantes, no acaba de poder disfrutar del lugar.

Hay más. Las experiencias de Venecia, Barcelona u otras capitales muy visitadas podrían dar pistas para entender qué no se puede hacer, sin un alto coste para los habitantes o para el entorno. Deberíamos aprender de tales realidades y, a partir de ahí, obrar de otra manera. Recibir turismo sí, pero articulando los mecanismos para que tal realidad sea compatible para mantener un cierto nivel de excelencia y de calidad, incluyendo el poder disfrutar verdaderamente del lugar donde estamos. Y es que una cosa es estar solo o casi solo —que reconozco que a mí me gusta especialmente, pero que no es sostenible—, otra compartir con más personas un lugar y otra... no poder moverse. Y créanme que a veces es así. Ahora mismo me mandan fotografías de una Praga hasta los topes, remedo de lo que un día fue. ¿Son ustedes conscientes del problema? O, en cambio, ¿les parece a ustedes que “cuanto más personas, más vida”? Es algo que también he escuchado alguna vez...

En fin, ya me contarán ustedes. En mi caso, déjenme que me mueva hacia algún lugar tranquilo, donde el disfrutar de la Naturaleza y tratar de entenderla no se convierta en un ejercicio de supervivencia, y en el que el tiempo y los acontecimientos transcurran suaves, sin sobresaltos. Y es que no soy ni de parques temáticos ni de parques de aventuras. Prefiero admirar la belleza serena de un árbol o el devenir del río, sin grandes alharacas. Pero todos somos distintos, y eso es fascinante... ¿Qué le gusta a usted? Ya me lo dirán, y así construiremos juntos un verdadero caleidoscopio de algo tan magnífico como es la diversidad. También en lo que atañe a nuestro imaginario de postales de lugares idílicos, tan diferentes para unos y para otros.

Sean felices. Cuídense.