Opinión

Opérame otra vez

Todavía impactada por la reciente noticia de que en Brasil los niños que lo deseen podrán ser operados estéticamente para evitar ser víctimas de acoso escolar, mis dedos no pueden dejar de teclear ni mi mente de hablar.

Los y las menores que sientan tener complejos por culpa de sus orejas de soplillo, sus narices aguileñas, sus gorduras, sus estrabismos, o sus excesos de pecho; podrán pasar por el quirófano para corregir sus “defectos” físicos, sin coste alguno para los bolsillos de sus progenitores, porque papá gobierno se hará cargo de todo para frenar el aumento de los casos de bullying a lo largo y ancho del país.

En mi opinión, hay que ser muy ignorantes para pensar que el hecho de que los infantes sean pasto de las burlas por parte de otros niños mucho más inseguros que ellos que, a buen seguro, se defienden con el ataque; radique en lo físico. Lamentablemente, muchos de los chavales acosados lo son porque son diferentes… con todas las connotaciones que conlleva esa palabra.

Ser distinto es ser más inteligente que la media, o más solidario, o más compasivo, o más ausente, o menos sociable, o más débil, o más tímido, o hacer mejor los deberes, o destacar en alguna actividad que la media ni comprende ni desea comprender… Visto lo visto, todo triunfo ante una mayoría social corrompida y confundida.

Una sociedad intolerante y estigmatizadora que lleva a los más pequeños —o quizás a sus propios padres—, a querer transformar su físico para adaptarse al mismo sistema que los oprime, en lugar de tratar de cambiarlo desde las bases y de castigar rotundamente a aquellos que ya desde temprana edad intentan imponer sus normas a los que consideran más frágiles —o quizás más fuertes en potencia, vaya usted a saber—.

El favorecer y facilitar estas intervenciones quirúrgicas es a mi juicio un arma de doble filo que, a buen seguro, traerá consigo consecuencias futuras a aquellos que decidan someterse a ellas. Porque hoy se trata de una primera operación de estética, pero cuando descubran que seguramente esta no les habrá salvado de las mofas de sus perseguidores, ¿qué harán mañana? ¿Operarse de otra parte del cuerpo, o echarse a la deriva por una carencia de identidad propia en favor de la que ellos pensaban que esperaban los demás? Un callejón sin salida en toda regla.

La única solución para acabar con la terrible lacra que supone el acoso escolar, pasa por alimentar la autoestima y los valores de los diferentes-tanto en casa como en el colegio-, así como por castigar de forma ejemplarizante a aquellos que los machacan y, por supuesto, a los que callan y miran para otro lado, en lugar de enfrentarse al verdugo y de defender a la víctima por miedo a represalias.

Los jóvenes tienen miedo a ser ellos mismos, a mostrar sus cualidades y debilidades, sus miedos y sus ilusiones; así que prefieren convertirse en masa en lugar de hacerlo en talento. Optan por ser comunes, en lugar de transformarse en inspiradores. Y ese es otro de los problemas que acarrea esta sociedad que carece de tiempo para dedicar a otros y que prefiere quitarse el problema de encima reduciéndolo a una operación de estética que es en realidad una trampa en toda regla.

Suscríbete para seguir leyendo