LA PELOTA NO SE MANCHA

Cuando vas hacia las rocas y te pilla a contrapié

De la Barrera

De la Barrera / LOF

Carlos Miranda

Carlos Miranda

Lleva el Deportivo durante meses dando la sensación de ir navegando hacia las rocas. Claro que podía ascender, que tenía opciones, que aún quema y quemará lo que pasó en Castellón. Pero algo le susurraba a su gente que la temporada olía a fallida, que lo que nace torcido acaba torcido, que le iba a tocar vivir un cuarto año en un infierno en el que ya se ve su horma en el sofá. Y, a pesar de todo, esta realidad casi ineludible, que le estaba esperando a la vuelta de la esquina parece haberle pillado con el pie cambiado. Otra vez. No puede dar un club como el Deportivo la sensación de noqueado, de paralizado ante tanto por hacer y tanta responsabilidad. Es una entidad admirablemente viva en las gradas, que luce a borbotones cuando el deportivismo está al mando. Y debe transmitir lo mismo en las decisiones y en el liderazgo, aunque haya habido errores en el pasado. Seguir, persistir, nunca detenerse. En movimiento. La secretaría técnica ya se ha llevado sus pertenencias de la plaza de Pontevedra y es la única pieza que ha caído, pero se percibe tal titubeo...

El cuarto año en Primera RFEF debería servir para anticiparse, para saber que cada vez hay menos margen

El Deportivo de hoy ha normalizado la desgracia. Se ha puesto las pantuflas y ha cogido el mando de televisión en el sótano de su historia. Cuando cayó en 2020 a la tercera categoría nacional, todo el mundo lo percibía como un año en el infierno, incluso como una oportunidad para regenerarse. La pandemia y el nacimiento de la Primera RFEF se lo pusieron cuesta arriba, pero en aquel momento pesaba más la grandeza del club, incluso su historia. Las dos veces que había caído en ese pozo, en 1974 y en 1980, había salido a la primera. Como un resorte. Esta vez no iba a pasar lo mismo y ahí sigue, anclado, encallado. Lo impensable es ahora lo común. Nadie está libre de que le suceda algo así y eso no exime al Deportivo de ser el máximo responsable de lo que vive. Pero debe servir de lección. Cada vez tendrá menos margen de error. La grandeza se le irá yendo como la pintura fresca con la lluvia. Hay que tener todos los pasos más medidos y preparados. Cuando junio ya agota su primera quincena, a su día a día le desborda un aire provisionalidad que no se puede permitir.

El silencio

Rubén de la Barrera sigue a la espera de una reunión que sirva para renovar los votos de un matrimonio que ya vivió algún episodio de desamor hace dos temporadas. La ausencia de comunicación reaviva viejos desaires y más en situaciones de inestabilidad. El técnico coruñés debería estar pisando ya seguridades, esas tablas nuevas que relucen en la pasarela de madera que le lleva a Segunda. Tendría que estar ya trabajando codo con codo con el que consejo de administración que le vaya a guiar y con el director deportivo que le vaya a confeccionar una plantilla acorde a sus gustos, a lo que necesita. El Deportivo goza, de momento, de cierta posición de dominio en la categoría. Tampoco debe perder el tiempo ni conceder espacio y jugadores estratégicos a unos competidores de nivel en una Primera Federación que cada vez es más exigente.

El entrenador ya debería estar trabajando en la planificación de la plantilla. Los rivales ya están en marcha

Esa celeridad y, sobre todo, firmeza que no se percibe en el Deportivo desde la derrota de Castellón necesita también de una dosis de equilibrio, el que acompase al consejo de administración con la dirección deportiva y a ambos con su entrenador. De las cualidades de los responsables y de los contrapesos que se creen, podrá nacer por fin una estructura estable, algo de lo que adolece el Deportivo desde el año 2019, incluso antes.

Rubén, pero no solo Rubén

Es indudable la centralidad de Rubén de la Barrera en el próximo proyecto blanquiazul. Ahora no hay prácticamente nada, solo él. Y las peculiaridades de su regreso le añaden más fuerza a su figura en el equipo que viene. Su mano se notará en los fichajes, en las decisiones, en todo. Pero eso no quiere decir que, por encima de él, en el consejo y en la dirección deportiva no deban colocarse figuras fuertes, con experiencia, que aporten una opinión autorizada y con peso al entrar en el mercado. La debilidad solo genera debilidad. Quizás esos fueron algunos de los fallos en los dos últimos años: haber visto al Dépor, ante todo, como una empresa y haberle dado galones a medias a una secretaría técnica que debía haber ejercido, a todos los efectos, como una dirección deportiva. La forma en la que se toman las decisiones dice mucho de lo que se cree en ellas.

De cómo se equilibren el consejo, el director deportivo y De la Barrera depende el éxito del proyecto

Estas son las pinceladas más gruesas y aún por trazar del cuadro que le espera al Dépor 23-24. Luego habrá que ir al detalle. Esa firmeza para nombrar es la que también debe existir para definir el club que pretende ser, más allá de su gente. Que lo que pone un informe o un memorándum no se quede encarcelado en el papel y se acabe convirtiendo en una realidad. Pocas veces el Dépor como institución se ha encontrado en un contexto tan favorable para convertirse en un club de cantera. Tiene talento, lo capta bien, lo forma mejor y su grada está harta de medianías que no mejoran lo que hay en casa. Que Yeremay sea el mejor del último mes dice mucho. Nadie pide que el Dépor sea el Fabril, pero al menos no ponerles una barricada en Riazor.

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