La pugna por los recursos

Jorge Dezcallar Embajador de España

Si la pelea por los votos es relativamente reciente, aunque feroz, la que se da por los recursos es tan vieja como la humanidad y no menos intensa. La geopolítica de los próximos años vendrá determinada por la tecnología, por la disponibilidad de población joven y por el acceso a ciertos materiales y minerales, como siempre ha ocurrido: la plata de Potosí determinó el ascenso de España a potencia mundial en el siglo XVI, mientras el carbón alimentó la Revolución Industrial que marcó la preeminencia inglesa en el siglo XIX. Luego el petróleo ha hecho ricos a países que antes solo nadaban en arena.

Hoy los minerales esenciales para la revolución tecnológica y digital ya no son el hierro y el carbón sino el litio, el cobalto, el cobre, el níquel, el coltán o las tierras raras (17 elementos) que pueden hacer la fortuna de países como Perú, Chile y Argentina, donde está el 60% de las reservas mundiales de litio; el Congo, que tiene los mayores depósitos de coltán, o Indonesia y Brasil, que respectivamente tienen el 22% y el 17% de las reservas mundiales de níquel. Perú y Chile son también los mayores productores de cobre. Sin olvidar a Taiwán, el principal fabricante mundial de los semiconductores —chips— que precisa el desarrollo de la inteligencia artificial. Son datos que explican mucha de la geopolítica de nuestros tiempos en la que China nos ha madrugado.

El coltán, por ejemplo, es necesario para las baterías de los vehículos eléctricos que acabarán desplazando a los motores de combustión interna. Un coche eléctrico de Tesla necesita cinco kilos de coltán, que es un mineral que también llevan los teléfonos móviles, y China se está haciendo con casi todas las minas de coltán que hay en el mundo, obligando a los fabricantes occidentales a reciclar baterías o a hacerlas con materiales menos eficaces. Pekín quiere controlar el negocio mundial de las baterías y está camino de lograrlo. Según la Agencia Internacional de la Energía, habrá escasez de coltán a finales de esta década.

Igual pasa con el cobalto. China se está haciendo con él porque quiere crear grandes campeones industriales capaces de competir en el mundo y sabe que para lograrlo tiene que proporcionarles las materias primas que necesitan. Y es difícil competir con ella porque no las persigue con fondos empresariales sino estatales. Así, cualquiera. Hoy Pekín posee 15 de las 19 minas de cobalto que tiene el Congo y a cambio le ofrece también construir estadios, hospitales y carreteras... que son un negocio redondo porque endeudan al país y lo hacen más dependiente de China a pesar de la mala fama de sus inversiones, que producen daños medioambientales, deforestación, desplazamiento de poblaciones locales, etcétera. Por no hablar de las deficientes condiciones laborales de sus trabajadores.

Y otro tanto ocurre con el litio. Mientras los canadienses protegen sus reservas hasta el punto de haber obligado recientemente a tres compañías chinas a desinvertir, Argentina les ha abierto las puertas al mismo tiempo que negocia junto con México, Bolivia y Chile una alianza del litio para defender juntos sus intereses. China también construye fábricas en Indonesia para tratar el níquel.

EEUU solo tiene el 4% del litio, nada de níquel y 13% del cobalto; y Europa aún menos. Tenemos que ponernos las pilas y recuperar el tiempo perdido y por eso el G7 reunido en Hiroshima hace un mes ha recordado la necesidad de asegurar los minerales que precisa nuestro futuro inmediato. De estos asuntos se hablará sin duda durante la Cumbre UE-América Latina que se celebrará durante la presidencia española, con objeto de tratar de recuperar posiciones frente a la penetración china en el continente americano, donde Pekín ha multiplicado por 26 sus inversiones entre 2000 y 2020. También los norteamericanos han lanzado una Asociación de las Américas para la Prosperidad Económica con objeto de recuperar el tiempo perdido.

El caso es que hoy China procesa el 85% de las tierras raras, el 65% del cobalto, el 55% del litio, el 40% del cobre y el 35% del níquel; porque Xi Jinping sabe —porque ya lo dijo Mao— que si su país cayó bajo dominio occidental en el siglo XIX es porque perdió la batalla del desarrollo económico y no está dispuesto a permitir que eso vuelva a suceder. La batalla está servida también en este ámbito.

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