SHIKAMOO, CONSTRUIR EN POSITIVO

Colores que no son los de la política...

José Luis Quintela Julián

José Luis Quintela Julián

Tenía pensado hoy construir un artículo en el que, ya desde el título, les iba a contar mis personales razones para votar el próximo día 23 a uno de los partidos en liza. Y, además, también para no hacerlo a cualquiera de los otros. En la cabeza ya tenía más o menos organizadas las ideas que quería compartir, y sólo era cuestión de darle forma. Esa era la idea. Y todo ello sin pretender convencer a nadie de que lo bueno es lo uno o lo otro, porque no me interesa hacer proselitismo. Pero sí para terminar de redondear las ideas publicadas también en esta columna hace unos días, donde se evidencia el enorme escenario de regresión al que se asoma España, con la connivencia de determinadas fuerzas políticas que se dicen centradas, lo cual para mí es preocupante.

Sin embargo, ya no me apetece. Y es que me he dedicado a leer diferentes medios de comunicación escritos, y he tenido la sensación de que muchos sólo aspiran a publicar para su parroquia, mientras que ésta sólo aspira a enterarse de aquello que cree que le conviene, y no de lo otro. He visto diferentes realidades, de intersección casi conjunto vacío, y he rememorado todo aquello que muchos engloban en el maquiavélico concepto de “juego político”. Y por ahí no, les aseguro. Porque da igual lo que se cuente, lo que se diga o lo que se vea. Es tal el nivel de desinformación y de sesgo en la información esgrimida por los contendientes en este episodio de nuestra actualidad, que para qué va uno a significarse. ¿Para que unos le descalifiquen, sin entrar en el detalle de lo expuesto? ¿Para que otros le ignoren desde el principio, al no compartir las conclusiones? No, no vale la pena. Y por eso escribo estas líneas solamente, de las que se puede deducir mucho igualmente, pero que huyen especialmente del blanco o del negro, sino que quieren explorar toda la escala de grises, creyendo firmemente que en el intercambio de ideas y en el verdadero debate constructivo está la virtud.

Y lo hago después de una caminata sublime en un lugar donde no imperan tales tonalidades, sino el profundo azul cielo o el mágico más intenso del mar, combinados con todos los tonos de verde que ustedes se puedan imaginar, junto con el rojo, naranja, fucsia o rosa de las flores en todo tipo de ericáceas y otras plantas bellísimas. Y no, no identifiquen estos colores con esa prosaica diferenciación cromática de la política en nuestro país, que empobrece el debate basado verdaderamente en contenidos e ideas. Aquí hablo de armonía y belleza, de una paleta mágica y de toda la fuerza de la naturaleza en los “Cantís do Limo”, en A Capelada. Y allí, ya ven, mirando al infinito o a la cercana Garita de Herbeira, pensaba yo en estas líneas y en las cuestiones de la política de hoy, siempre obsesionada con la diferencia, la polarización de la sociedad y, consecuentemente, con la fractura social. Y, al tiempo, en una sociedad vapuleada por los acontecimientos, empobrecida y desnortada desde hace mucho, y que no puede mirar a las instituciones o a los cantos de sirena de las formaciones políticas como verdadero referente para ilusionarnos a todos en el mismo barco.

Ojo, el mío no es un discurso nihilista, y sé apreciar lo bueno de muchos de los esfuerzos de quienes se postulan para liderarnos. Pero me refiero en el párrafo anterior a, exactamente, lo que digo. A la incapacidad y desinterés actual en el provocar y producir consensos. A la renuncia a la magia de, cediendo todos y todas un poco, quedarnos con lo que nos da fuerza conjunta. Y a la necesaria visión de país muchísimo más estratégica y a largo plazo, por encima de las veleidades de unos y de los otros, y de las hipotéticas disposiciones derogatorias que hoy se exhiben como futura arma de destrucción masiva cada vez que uno nuevo “toca moqueta” o amenaza con hacerlo desde las vallas publicitarias.

Precisamos crecer y, por ende, construir. Construir sobre los derechos humanos que, aterrizados en el día a día, son los de cada uno de nosotros y nosotras. Necesitamos avanzar en convivencia. En sostenibilidad. En que la sociedad sea más vivible, más justa y más solidaria. Necesitamos no convertirnos en un remedo de grupo humano en el que no quepa más que la ley de la jungla. Y, así, seguir conjugando la primera persona del plural con instrumentos inclusivos y cargados de empatía hacia los otros. Todo lo que no sea eso, y cercene o limite los derechos individuales, empobrezca más al conjunto y ponga en riesgo el futuro colectivo en un mundo donde hay muchos e importantes retos de toda índole, creo que es el camino equivocado.

No sigo, queridos y queridas. Voten ustedes en consecuencia. Yo también. Cuídense.

Suscríbete para seguir leyendo