Un minuto

Con nombre propio

José María Echevarría

José María Echevarría

Frente a las denominaciones tecnológicas y frías, tipo A-6; AP-9, etc., de algunas de nuestras carreteras, cuya diversidad entre autopistas, autovías, vías desdobladas, carreteras de altas prestaciones y carreteras convencionales —que ese es otro tema a tener en cuenta— personalmente prefiero el uso de términos que añaden cierta identificación con el lugar por el que discurren, o con razones históricas o meteorológicas que dan personalidad a esa vía de circulación. Por ejemplo, no hay color entre citar la A-66 que hablar de la ruta de la Plata que enlaza Sevilla con Gijón, cuyo nombre proviene de ser el camino que seguían las recuas de caballerías que portaban la plata traída de América, plata desembarcada en el puerto fluvial de Sevilla, pero enlazado con el Atlántico por el Guadalquivir, y que desde Gijón se iba a las manos de los banqueros europeos que sostenían entonces las finanzas españolas. Hace poco circulé por la A-601, mejor por la autovía de Pinares, que entre Segovia y Valladolid cruza extensiones de pinos copudos que dan el apellido a esa carretera. Y qué decir de las rutas del Sol, entre Málaga y Algeciras, la autopista del Mediterráneo, la del Ebro, o la Transcantábrica, o la de los Pantanos, etc. y algunas más que dan personalidad a rutas por las que circulamos.