To x or not to X

Julio Bruno

Julio Bruno

Hace menos de un año que Elon Musk compró Twitter a regañadientes por la módica cantidad de 44.000 millones de dólares. Esta cifra mareante fue a ojos de muchos expertos un gran error a nivel económico, ya que ni de lejos lo valía entonces y mucho menos ahora tras el paso del huracán Elon. La compra no fue para nada fácil puesto que, poco después de hacer la oferta en un arrebato narcisista, se dio cuenta de su error y quiso dar marcha atrás. Era mucho dinero para una empresa que facturaba, en 2022, 4.400 millones de dólares y con tan «solo» 300 millones de usuarios mensuales. Durante meses intentó cancelar la compra, pero finalmente tuvo que aceptar que no tenía una salida legal y la adquirió poniendo mucha deuda en la empresa y trayendo a varios inversores que creían ciegamente en la magia de Musk, como Marc Andreessen, Larry Ellison o Prince Al Waleed. El dinero es lo que tiene, que lo utilizas como te sale de la cartera, sin miramientos.

El enamoramiento de Elon con la X viene de lejos. Ya en 1999 lanzó un banco que originalmente llamó X.com y que poco después se convirtió en PayPal. A Elon siempre le ha gustado la letra X y hasta llamó a su hijo con la cantante Grimes X AE A-XII Musk y a su hija Exa Dark Sideræl Musk. Cuando compró Twitter explicó que era un «acelerador para crear su app para todo X». Inspirándose en la super app WeChat de la empresa china Tencent, Musk quiere traer a occidente esta idea de una súper app donde se haga de todo a través de la red social: mensajería, banca, comercio, encuentros, música, etc. WeChat tiene más 850 millones de usuarios mensuales en China y prácticamente controla la vida de los ciudadanos, hasta tal punto que durante el Covid era la app –junto con Alipay– autorizada por el gobierno para crear los certificados sanitarios con código QR que permitían desplazarse de un sitio a otro. Este nivel de control y obtención de datos personales de los ciudadanos es el sueño secreto de muchos gobiernos de corte autocrático y también de empresarios con supuesto complejo mesiánico. Miedo me da.

La X ha llegado y parece que ha sorprendido a la mayoría, quizás por la forma fulgurante de cargarse la otrora querida marca Twitter y su adorable pajarito azul, Larry. Cambiar una marca tan reconocida e icónica es como mínimo arriesgado, algunos dirían que incluso estúpido; pero Elon nos ha demostrado una y otra vez que hay un método en su aparente locura. Twitter ha sido la plaza global del pueblo llena de gente cabreada constantemente, y como modelo de negocio –basado en publicidad– no funciona. Sus más de 350 millones de usuarios mensuales únicos, aunque considerables, son muy pocos comparados con los más de 1300 millones de usuarios mundiales de WeChat o los más de 2.900 millones de Facebook. Musk quiere convertir a X en la nueva súper app que todo el mundo utilice para todo. En otras palabras, Elon quiere dominar el mundo y X es su punta de lanza.

Elon Musk es la persona más rica del planeta con una fortuna estimada en 240.000 millones de dólares gracias a empresas como Tesla, SpaceX, Neuralink, o The Boring Company entre otras, y con X quiere cerrar el círculo. X es su compañía privada de relaciones públicas, su megáfono personal con más de 150 millones de seguidores que le ríen sus gracias y amplifican sus mensajes y ocurrencias de toda índole. Entretenido es un rato. Ningún otro líder empresarial tiene esta capacidad de aglutinar publicidad gratis en torno a su persona y por ende sus empresas. Ha convertido en un arte la provocación constante, que hablen de ti aunque sea bien parece ser su lema. Un tweet -un X- de Elon hace subir o bajar el valor no solo de sus empresas si no de muchas otras. El poder que amasa es inmenso, y unido a su fortuna personal lo convierten en una persona imparable. Veremos en que queda su súper app. El problema es saber de qué lado está Elon…

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