Shikamoo, construir en positivo

Negocio de hoy, ludopatía de mañana

José Luis Quintela Julián

José Luis Quintela Julián

Sorprende la sofisticación, amigos y amigas, que ha ido alcanzando el negocio del juego en los últimos tiempos. Y no me refiero a sus versiones más clásicas, imbricadas desde hace mucho tiempo en la sociedad y dotadas de sistemas de control, más o menos efectivos, para la protección de las personas vulnerables. No, estoy pensando en las nuevas formas de juego, diseñadas desde la más absoluta codicia y sin ningún tipo de empatía con las mismas, orientadas únicamente a hacer caja al precio que sea. Algo que está destrozando ya las vidas de muchos nuevos o futuros ludópatas, que se complicará hasta el infinito en los casos más graves. Y hablo no de oído, que me ha tocado conocer casos verdaderamente comprometidos...

Es bien cierto que desde instancias oficiales se ha reaccionado ya a tal realidad, y que la exhibición de los colores, sonidos y atractivos mantras de las multinacionales del sector es hoy más reducida en los diferentes canales. Horarios más limitados para los anuncios de televisión, por ejemplo, prohibición de determinadas formas de publicidad, y alguna otra medida que busca la restricción de la presencia de los cantos de sirena de este mundo en nuestra sociedad. Pero esto, desde mi punto de vista, no basta. Y es que el potencial destructivo del sector y sus dañinos productos apenas se ha alejado un poco de su público diana, que no es otro que el de chicos —fundamentalmente— muy jóvenes, a veces menores de edad, que empiezan asociando fútbol y tales propuestas, y que terminan apostando a todo lo que se mueva. He conocido casos en los que, de forma compulsiva, tanto daba caballos que baloncesto, pasando por los deportes menos conocidos y sorprendentes, con infinitas variables en las que gastar el dinero y producir las hormonas de la felicidad, cada vez con un umbral más alto.

Número de goles por partido, en qué minuto estos se producen, resultados concretos, quién lo hace mejor o peor... y así una enorme lista de posibles objetivos para el juego, que no aportan absolutamente nada. Bueno, sí. Destrucción de la esfera personal y familiar, ansiedad y un mono comparable al de las drogas más conocidas, que ya experimentan muchos menores de edad gracias a la facilidad de acceso a este mundo, en el que cada detalle está calculado para un mayor grado de adicción y para enganchar al máximo a los incautos que en él se meten. Ah, y vaciado sistemático de las cuentas corrientes de quien se atreve a adentrarse en un mundo en el que la casa siempre gana... ¡Claro! ¿A alguien le sorprende esto en el mundo del juego?

Una industria que recurre a instrumentos de afiliación y retención de personas que son, en sí, crueles y nauseabundos. ¿Que empiezas pero luego decides olvidarlo? ¡No hay problema! Tendrás atentas comunicaciones en las que te regalan bonos para seguir jugando, recordándote que hace tiempo que no apuestas. ¿Que no tienes claro de qué va eso? Tampoco hay problema. Hoy los anuncios son verdaderos publirreportajes, en los que la industria te instruye con mimo en cómo meterte en este pozo sin fondo, para gloria de su cuestionable actividad y la consecución de una mayor caja. Terrible...

Decía que, desde mi punto de vista, no llega lo que se ha reglamentado para ordenar la irrupción de las multinacionales —algunas españolas— en la vida de tantas personas. ¿Por qué? Pues porque muchos chavales siguen cayendo en sus redes, y algunos terminan muy mal. Serotonina, dopamina, adrenalina y otros mediadores químicos de su cuerpo no pueden seguir esperando su ración de juego para ponerse a funcionar, arruinando vidas y cuentas corrientes, para el engorde de quien no tiene escrúpulos. Creo que urge una mayor regulación y restricción de la capacidad de acceso de los afectados, en particular de los menores de edad, y una más contundente identificación de las prácticas de dicha industria con otros productos adictivos y verdaderamente dañinos para la salud. Porque la salud psicológica y psiquiátrica, no lo duden ni un segundo, también son salud.