Y grita, fuego
“… / Mantenlo prendido, fuego / No lo dejes apagar, fuego”, las tres estrofas son el bucle ritmado de Fuego, uno de los primeros hits de los colombianos Bomba Estéreo —incluido en su segundo álbum Estalla (2008)— que cuando suena, irremediablemente, arde la fiesta. Esto lo descubrí semanas atrás, boquiabierto cuando todo el público aullaba el estribillo sin dejar de brincar; y sonaría mejor si no fuera porque mentar las llamas en verano trae mal fario.
Hawái bailó ese son endiablado. Sus vecinos gritaron “¡fuego!” y como por arte de magia, el infierno pasó una factura de 5.000 millones de euros —solo para reconstruir la antigua capital, Lahaina— más unos cien muertos que llorar y la cifra aumentará. Lo ocurrido en la isla de Maui, por otra parte, es lo esperado. Podemos llamarle catástrofe y culpar al jefe de bomberos o al de la eléctrica por no cortar el suministro, pero no. También, pensar que en menos de cuatro horas y de madrugada puedes evacuar a 12.000 residentes y unos cuantos miles de turistas somnolientos, sin lamentar víctimas, es irreal. Como lo es olvidarse de las causas. Nada es fortuito en una tragedia de estas dimensiones. Muchos cambios a lo largo del tiempo que nadie se atrevió a revertir, o cuando se intentó era tarde. Ese martes lo vimos, la tierra hawaiana fue un polvorín. Era tarde.
Un archipiélago que ha sucumbido al monocultivo de piña y azúcar reemplazando la flora autóctona y modificando el paisaje. Esas enormes plantaciones que vaciaron ríos y acuíferos en el siglo XIX, hoy aceleran la desertización. Después llegaría la presión inmobiliaria, desmedida, sin otra planificación que la económica. Precisamente ahí, donde la población local ha ido perdiendo tierras y techo porque sus casitas fueron cayendo ante complejos hoteleros, bungalós y residencias de veraneo a precios millonarios. Pero claro, lo fácil es que la culpa sea unipersonal: el técnico del turno. Alguien a quien cargarle el marrón, para sentirnos mejor sin preguntarnos cuanta responsabilidad es nuestra, como colectivo y como sociedad. No hemos sido nosotros, ha sido él. Algo así como el maquinista del Alvia de Angrois, mientras Renfe y Adif...
Conservo cierta imagen de un Hawái exuberante a través de Magnum y el cáustico Higgins, y sí, toparme la mansión del Señor Masters con el Ferrari 308 reducidos a cenizas sería un golpe bajo. De esta vez zafaron, no prendió en Honolulú, aunque apenas una chispa o algún viento huracanado lo pueden intentar de nuevo porque esos campos continuarán secos, baldíos, ahogando la ínfima humedad y del resto ya tratan los miles de visitantes danzando el hula hawaiano al compás de Fuego, …y lo mantendrán prendido.
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