La pelota no se mancha

El Dépor ya no pone la otra mejilla

Lucas y el colegiado en el Dépor-Teruel

Lucas y el colegiado en el Dépor-Teruel / Carlos Pardellas

Carlos Miranda

Carlos Miranda

Hay una nueva directiva en la ciudad. El Dépor, como si estuviera de paso, no había querido hasta este verano hacer ruido en Primera RFEF. Pasar de puntillas donde era omnipresente. Una misión imposible de la que ha tenido que desistir. Lo que iba a ser tan solo un año en el purgatorio ya va para cuatro. Y, durante este tiempo, nunca ha tenido el estatus federativo y el trato que merece un equipo de su enjundia en la categoría. Árbitros en Riazor pendientes del encuadre de la cámara, el brote fantasma del Racing de Santander, repartos televisivos que no recogen su impacto en la competición... Una y otra, una y otra. Su postura ha sido, en gran medida, poner la otra mejilla. Perfil bajo, quejas alejadas de los focos y alergia a las broncas... Un club en el que nadie ejercía de portavoz, salvo el entrenador, y que tiraba de mucha mano izquierda a la espera de que el viento virase. Y no lo hizo. Y ahora es el Deportivo el que ha cambiado. Va a tener la guardia alta, se va a revolver. Se acabó ser el saco de boxeo, aguantar impasible. El tiempo dirá qué beneficios le reporta esta nueva actitud y si es capaz de mezclarlo con diplomacia en los pasillos de Las Rozas para que la táctica sea realmente efectiva. Pero al aficionado nunca le ha gustado esa impresión externa de club sumiso que ha destilado en los últimos años.

El día que empezó a cambiar todo fue con el comunicado contra Rubiales. Álex y Soriano tampoco se han callado

Son los nuevos aires de la plaza de Pontevedra. El club coruñés tiene derecho a defenderse, a dar réplica, a que se le escuche. A todos los niveles, no solo para quejarse, sino para marcar tendencia, para ser una voz autorizada ante los desmanes y la deriva de la Federación y de su competición estrella, la Primera RFEF. El primer paso al frente, no esperado ni por el propio club, llegó tras todo lo sucedido con Luis Rubiales en la final de la Copa del Mundo de Sidney. Los acontecimientos se precipitaron y la actualidad era la que mandaba. Los clubes de LaLiga, alineados en su gran mayoría con Javier Tebas, no tardaron en soltar cargas de profundidad. Nadie niega que era lo que requería la situación, pero el recuerdo fresco de lo que pasó en 2020 con el brote de Fuenlabrada hace dudar de si no ejercían simplemente como la voz de su amo en esa guerra intestina que tienen desde hace años los mandamases de LaLiga y la Federación. Casos de pura ventriloquia, juegos de cromos.

El tiempo dirá si la táctica surte efecto, pero al aficionado no le ha gustado esa impresión externa de club sumiso

El Dépor, en cambio, pisó el terreno que nadie quería catar en el fútbol no profesional. Bajo la jurisdicción de la RFEF, no se calló. Expresó su “total rechazo” a la actitud de Rubiales, “contraria a los valores de igualdad y respeto personal e institucional” que debe “representar, transmitir e impulsar el fútbol”. Pidió, además, “decisiones contundentes desde los organismos competentes” ante “una situación insostenible”. Su apuesta desde hace años por el Dépor Abanca y lo que se respira en el club y en las gradas de Abegondo y Riazor no entendían otra respuesta. Pero casi ningún club se atrevió ante las posibles represalias. Aunque le empujase una causa externa, ese día empezó a cambiar todo.

Lucas se equivocó en el campo y acertó en zona mixta. Cualquier coartada a lo ocurrido le hubiera restado credibilidad

Siempre con talante, el segundo cañonazo llegó sin solución de continuidad en una de las primeras comparecencias de Álex Bergantiños como consejero. “Se ve muy mal porque la realización es horrorosa”, avanzó con una sonrisa de resignación en la zona mixta del partido frente al Rayo Majadahonda. Al instante, recargó. “Da un poco de pena con los grandes equipos que hay. Problemas con las televisiones y con los arbitrajes difíciles de gestionar que llevamos sufriendo aquí en los últimos años. Nos da rabia por el gol anulado (a Lucas), que era bastante claro que era legal”, razonaba el directivo en una versión muy cruda de sí mismo. Así es él desde hace unos años, así será el Dépor que viene. Fue un uno dos directo a ambos mentones. El plomo de los guantes eran las deficientes condiciones televisivas de una liga devaluada y descuidada y los árbitros hedonistas que pasan por Riazor cada quince días. Unos días después fue Fernando Soriano, el director deportivo, el que pidió la palabra por iniciativa propia en la presentación de Hugo Rama. Se sumó al tirón de orejas tras la lesión de Yeremay por una de tantas faltas al límite del rojiblanco Sabit que no merecieron tarjeta y que alimentaron su juego brusco. Solo Idiakez ha apostado por un tono más bajo resguardando así su figura y no sobreexponiéndola, algo que ocurría de manera reiterada en los últimos años en Riazor.

A dar la cara

A la espera de que las luces de Riazor dejen de cegar el ego de los colegiados que se acercan por A Coruña, Lucas Pérez salió a la zona mixta y se autoinculpó sin ambages. Le honra. Unos minutos antes se había equivocado de manera irremediable en el césped exponiéndose él y a su equipo. No hay mejor rectificación que no buscar excusas y comunicarse con su gente, verbalizar ese sentimiento de culpa. El brazalete hay que volver a ponérselo en cada momento y no esconderse es también volver a atárselo. A Lucas le tocará ahora ejercitar la paciencia, ver al Dépor desde el otro lado de la valla, y el equipo tendrá que aprender a vivir sin él, aunque sea un corto periodo de tiempo. Una reválida para el grupo que durante el año no le quedará más remedio que tirar de fuerza interna más que de referentes para ascender.

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