Piers Morgan se rebaja a entrevistar a Rubiales

Matías Vallés

Matías Vallés

Si me preguntaran a quién elegiría para entrevistar a cualquier figura de talla mundial, del Papa a Taylor Swift, mi respuesta apuntaría sin vacilación al inglés Piers Morgan. Sus conversaciones con Cristiano Ronaldo bastarían para consagrar su maestría en el ejercicio del periodismo deportivo camuflado de forofismo, pero prefiero su indagación hasta el último pliegue en la actriz pornográfica Stormy Daniels que ha llevado a Trump al banquillo, o el combate sin guantes con este expresidente estadounidense. Por no hablar de su lectura de la cartilla a domicilio al candidato Republicano Ron DeSantis en su residencia de gobernador de Florida, el halcón todavía no sabe qué le ha pasado por encima. El primer ministro británico Rishi Sunak y el alcalde londinense Sadiq Khan se disputan ahora mismo un asiento frente al periodista, temblorosos porque saben la tortura que les aguarda. El Madrid omnisciente ha resumido esta trayectoria en la labor de un “machista y fascista”.

Piers Morgan se ha rebajado a entrevistar a Luis Rubiales, que sale malherido del intercambio. Tras haber sido el director más joven de un tabloide británico, el inglés sigue manejando la promoción de su trabajo con maestría, elevando a categoría planetaria la provinciana dimisión del presidente federativo de un país secundario. Vuelve a confirmarse así como uno de los grandes agitadores periodísticos de los últimos tiempos.

Morgan exhibe por supuesto un lado oscuro en proporción a sus logros, y que ha narrado sin escabullirse con la misma naturalidad con la que presume de conducir un Aston Martin. No necesita ocultar el Jaguar, como Vázquez Montalbán. Su currículum insulta a los entrevistadores de cámara que jamás han cometido un error, y que idolatran a María Teresa Campos, Ana Rosa y Susanna Griso, en orden creciente de banalidad.

El fascista y machista Piers Morgan es uno de los interlocutores privilegiados de Bill Maher, cómico de culto de la izquierda transgresora estadounidense. También se adelantó en la descalificación de los farsantes Enrique de Inglaterra y Meghan Markle, sentencia que le costó un puesto de trabajo y que ahora comparte el planeta entero. En fin, este fascista machista tiene además el vicio de contestar a quienes lo afrentan, jamás se esconde.

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