Adolescencia

Xabier Fole

Xabier Fole

En Háblame, la película de los hermanos Philippou, unos jóvenes utilizan el espiritismo como una droga recreativa; quedan por las noches para contactar con los muertos y entrar en un estado de trance. Así pasan el tiempo, grabándose unos a otros con sus móviles, riéndose de los cuerpos poseídos de sus amigos. Pero un día se exceden con los placeres paranormales y, siguiendo las convenciones típicas del género, invocan al espíritu equivocado. La sesión sale mal; alguien lo paga caro. Y la cosa deja de hacer gracia. Hay algo estremecedor en esos rituales. Algo que nos preocupa. Algo que nos asusta. Y no son los espíritus.

En esta película no es difícil identificar algunas de las metáforas que vienen envueltas entre los sustos y la sangre: la drogadicción, el trauma por la pérdida de un ser querido, la salud mental. Pero a todos estos elementos hay que añadirle también el contexto de una generación concreta. La que creció con el smartphone y las redes sociales. Los jóvenes, además de hacerlo, tienen que grabarlo. La experiencia en sí misma, si no pueden compartirla o hacerla viral, carece de atractivo. Todos ellos se pasan muchas horas frente al teléfono. Como poseídos. Realizan una performance delante de la cámara; se transforman en avatares bajo los cuales ocultan sus dudas, sus miedos, sus inseguridades. Cuando más comunicados están, más aislados parecen. Cuando más contactos tienen, más solos se sienten.

Dicen que lo más difícil de la adolescencia es superarla. Pasar esas páginas intermedias. Salir de ese periodo de transición. Del niño que estás dejando de ser al adulto que todavía no eres. Tu identidad se va construyendo a la vista de todos (familia, amigos, desconocidos), exponiéndose así tanto las partes desechadas como las partes adquiridas: ven en ti lo que no quieres ser. Lo cual te hace más vulnerable e irascible, a veces rebelde. Durante la adolescencia te conviertes en un extranjero de ti mismo. Porque la infancia es un territorio protegido en el que ya no te sientes cómodo; la madurez es un espacio inhóspito que no te atreves a explorar del todo. Como pierdes el sentido de pertenencia, buscas una tribu que te acepte; crees hallar la libertad poniéndote al servicio del rebaño.

En Los Soprano, A.J., el hijo de Tony, intenta matar a su tío Junior para vengarse de su padre. Tony, irritado y confundido, le pide explicaciones. A.J. dice que lo hizo inspirándose en El padrino, cuando Michael Corleone mata a los enemigos de su familia, porque siempre le escuchó decir a su padre que esa es su escena favorita. “Me vas a hacer llorar. Es una película. Ya no eres un niño. Tienes que madurar”, le responde Tony. La frase va dirigida también a los espectadores de la serie. Si justificáis los comportamientos del protagonista, es que no habéis entendido nada. El adolescente lucha desesperadamente para demostrar que existe. Pero en ocasiones necesita que alguien le ayude a distinguir entre la realidad y la película, entre la persona que es y el personaje que está interpretando.

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