El correo americano

Enemigos comunes

Xabier Fole

Xabier Fole

Bill Maher y Candace Owens tuvieron una conversación. Como se supone que el primero es progresista y la segunda conservadora, esto es una noticia. Y se supone que buena. Ambos, al parecer, se lo pasaron muy bien; compartieron anécdotas biográficas, se rieron mucho y se conocieron un poco mejor. Maher ha dicho cosas terribles sobre Trump, a quien Owens admira con pasión. Owens ha atacado bastante a Obama, a quien Maher le dio un millón de dólares para su campaña de reelección. Maher es demócrata; Owens, republicana. Son de generaciones muy distintas. Maher tiene 67 años. Owens tiene 34.

Maher, uno de los cómicos más famosos del país, es irreverente y brillante. No le gusta nada la religión, sobre la cual se mofa a menudo en su programa. Le preocupa, sin embargo, el cambio climático. Siempre en contra de la corrección política y la censura, venga de donde venga, Maher se ha caracterizado por ser un agudo monologuista con una cierta propensión a meterse en problemas.

Owens, por su parte, es una activista afroamericana que se ha dado a conocer por sus halagos al expresidente y sus críticas a Black Lives Matter. Trabaja para Turning Point, una organización que promueve ideas conservadoras en los campus de las universidades, y fundó Blexit, un movimiento cuyo objetivo es que los negros dejen de votar al Partido Demócrata. Owens, “una influencer de derechas muy poderosa”, en palabras de una reportera de The New Yorker, es muy religiosa y piensa que el cambio climático es un engaño.

Maher y Owens, sin embargo, están de acuerdo en otras cuestiones. Maher, quien se considera un “liberal clásico”, aborrece la cultura de la cancelación y la izquierda woke, al igual que Owens. Ambos dicen defender la libertad de expresión, amenazada por este nuevo progresismo malentendido. ¿Fue entonces una conversación interesante, fructífera, iluminadora? Desde luego fue civilizada. Salvo una pequeña discusión inicial acerca de si el hombre ha pisado realmente la Luna (Owens no lo tiene demasiado claro y Maher por eso no podía pasar) y el previsible encontronazo que provocó la mención de Donald Trump (Maher le trataba de explicar a Owens que lo de cuestionar el resultado de las elecciones no estuvo bien; Owens insistía en que todo el escándalo es un invento de la prensa, etc.), el tono fue amistoso.

Sucede que ahora ambos tienen un enemigo común. Y esta es la verdadera razón de su encuentro, no sus diferencias. Lo cual es una práctica frecuente. Vemos a un progresista en un programa conservador (o viceversa) y enseguida nos damos cuenta de que el invitado se ha sumado a alguna de las causas del presentador (o es útil para alguna de las causas del presentador). Entonces obvian las discrepancias, por muy fundamentales que sean, y solo se enfocan en lo que los une. El problema es que esto no se puede presentar como un diálogo entre adversarios ideológicos en tiempos de polarización. No. Son dos personajes públicos defendiéndose del mismo fuego (en el caso de Maher, antaño amigo y ahora enemigo). Material para convencidos. De política mejor no hablar.

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