Error del sistema

El terror en su mirada

Emma Riverola

Emma Riverola

El hombre degolló a la mujer delante de sus hijas. Las niñas, asustadas, corrieron a esconderse en un cuarto de la vivienda. Cuando descubrieron que su padre las había encerrado bajo llave, la mayor —de 13 años— trató de salir por la ventana para pedir ayuda. Perdió pie y cayó por el patio interior, se encuentra en estado grave. La pequeña, de 8 años, ha sido ingresada en un centro de acogida. Este es el relato trágico del último (por ahora) asesinato machista perpetrado en España.

Una mujer que mira la muerte, una niña aterrorizada que ve en la ventana una huida desesperada, otra pequeña paralizada ante el horror que la rodea… En los ojos de las tres víctimas de Sagunt se condensa todo el horror de la violencia machista. Una espiral de parálisis, impotencia y desesperación. Miles de mujeres viven atrapadas en ella. Millones la sienten como una amenaza posible, para ellas o para las mujeres que aman. ¿Y los hombres? ¿Hasta qué punto son conscientes de esa letal cotidianeidad?

Acusar a los hombres en general de todos los males resulta tan necio como negar que hay un importante porcentaje de hombres (no existe paralelismo posible con el de mujeres) que tiene una relación perversa con el ejercicio del poder. Violencia física, psicológica o sexual son algunas de sus formas. El agresor es un individuo, pero el sistema les cobija. Más allá de los discursos de la ultraderecha que se burlan de la estadística, es fácil tropezarse con hombres que se lamen las heridas por la supuesta agresividad del feminismo. Se sienten en la diana de las críticas. Mientras, las mujeres están en la diana de los hombres que las matan.

La práctica totalidad de las agresiones sexuales son cometidas por hombres. La práctica totalidad de la violencia ejercida a parejas y exparejas es ejercida por hombres. Pese a ello, la infinita mayoría de las mujeres seguimos confiando en los hombres. Somos capaces de discernir al agresor del inocente (desgraciadamente, no siempre a tiempo). Pero no deja de ser desalentador que las manifestaciones contra la violencia machista congreguen mayoritariamente a mujeres. ¿Dónde están los hombres? No es necesario que se golpeen en el pecho, se cubran de ceniza y se declaren culpables, basta con que traten de mirar el mundo a través de los ojos de las víctimas.

Somos el grito de las que ya no están es uno de los lemas habituales en las manifestaciones feministas. Señores, ya estamos roncas. Seguiremos gritando, pero unan sus voces de una vez. Al menos, para clamar No en mi nombre.

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