Oblicuidad
Los farsantes del cambio climático
Una cumbre sobre el cambio climático en Dubai equivale a una cumbre sobre derechos humanos en Moscú. Y aunque nadie lee artículos sobre el calentamiento global, la indignación obliga a volver a intentarlo. El presidente de la cumbre Cop28 es el consejero delegado del petróleo de Emiratos, al menos no se esconden. El refugio de Juan Carlos I comparte con Qatar y Kuwait el liderazgo en el número de emisiones de dióxido de carbono per cápita, y compra árboles en África para mantener su orgullosa primera posición. Los líderes occidentales acuden en realidad a suplicar a los jeques y a descubrir en qué consiste un hotel de ocho estrellas, no necesariamente por este orden.
La cumbre de los farsantes del cambio climático solo necesitaba unas gotas de religión para dorar su encubrimiento oleaginoso, y en Dubai ha manado petróleo a chorro. Los dirigentes y clérigos islamistas, si alguien sabe distinguirlos, acometen una defensa de la combustión fósil del planeta amparada por Alá. A partir de ahora, la denuncia de un calentamiento insoportable del planeta incurrirá en islamofobia. Es otro gran avance científico, porque la cultura woke defiende que todas las aproximaciones irracionales al origen y evolución del universo son igualmente valiosas.
En realidad, la sustitución de la ciencia por la religión no empeoraría el abordaje del cambio climático a manos de los farsantes que lo utilizan como propaganda, empezando por las celebridades planetarias. Ningún manifiesto detendrá un fenómeno que el ser humano solo puede aspirar a controlar suprimiendo insultos a la lógica como «sostenible». A continuación, hay que admitir con humildad que los inquilinos de la Tierra no van a modificar sus hábitos, acelerar el decrecimiento de la población, decretar que medio planeta quede fuera de las garras humanas, buscar salida para unos pocos privilegiados en galaxias vecinas, y encerrar a perpetuidad en Dubai a todos los figurones de la cumbre Cop 28. Porque los jeques tienen razón, solo queda rezar. Y más vale ponerle mucha fe a las plegarias.
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