Nadia, la zozobra del adiós

Antonio Papell

Antonio Papell

Uno de los eslóganes más pertinentes de los últimos tiempos fue lanzado por Pedro Sánchez en una de las campañas de estos años: “Ellos no tienen a nadie, nosotros tenemos a Nadia”. El chascarrillo encerraba una verdad incuestionable ya que la todavía vicepresidenta económica ha aportado al gobierno una parte esencial de su credibilidad, unas porciones decisivas de nivel político y técnico, y un prestigio europeo que lógicamente ha sido percibido también aquí y ha jugado indiscutiblemente un papel esencial en la solvencia del Ejecutivo. Un rol semejante jugó en los inicios de la etapa progresista Josep Borrell, quien marchó pronto a Europa, a representar muy dignamente a nuestro país en el gobierno comunitario.

La gran pandemia de 2020 puso a prueba las defensas europeas y de los estados miembros, y Calviño no solo diseñó la política económica española para paliar los efectos de la crisis sino que propuso iniciativas valiosas a la Comisión, que fructificaron en un planteamiento completamente novedoso de la respuesta pública a un fenómeno dramático que supuso, de entrada, la paralización de la actividad económica durante meses para eludir en lo posible el mortífero COVID. Al contrario de lo que se hizo en la crisis de 2008, la respuesta de la UE a la caída en picado de la actividad no fue una apelación destructiva a la austeridad sino al contrario: se inyectarían grandes cantidades de recursos —los fondos de Recuperación, Transformación y Resiliencia— para mantener vivo el aparato económico de los 27. Los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) mantuvieron vivas las empresas paralizadas, que pudieron seguir manteniendo a sus trabajadores hasta la recuperación de la actividad. Aquella ingente cantidad de recursos se aprovechó asimismo para llevar a cabo las grandes transformaciones pendientes, en especial la digitalización y la descarbonización, con lo cual la salida de la crisis no solo ha enlazado con el estadio anterior a la misma sino que nos ha depositado en un escalón superior. La oposición conservadora, tan mordaz, tuvo que dejar de acosar a Calviño porque su modo de conducir la política económica ha sido impecable, como ha reconocido Bruselas sistemáticamente.

Pero Calviño no solo era/es una experta económica sino que llegó al gobierno cargada de saludable y moderada ideología socialdemócrata, que estimuló y templó a la vez el viento progresista que trajo consigo la coalición del PSOE con las formaciones de más a la izquierda. Se ha recordado estos días que poco después de la llegada de Calviño a la vicepresidencia, se negó a ser fotografiada en la presidencia de un acto público en la que ella era la única mujer. El feminismo, activo, beligerante y racional, he encontrado en Calviño un valor de fondo que ha arraigado en el tejido social y que facilitará pronto una paridad espontánea ya sin necesidad de normas de discriminación positiva, que todavía son imprescindibles.

La elección de Calviño para la presidencia del BEI por sus pares europeos mediante un verdadero concurso oposición que ha ganado con brillantez cuando todavía ocupa un lugar de privilegio en el gobierno de España —un gobierno recién formado, que en principio durará otros cuatro años— no es independiente de la situación española. Pese a las campañas maliciosas que tratan de utilizar la política europea como ariete en el interior, es indiscutible que esta designación está vinculada al ímpetu que le ha proporcionado a Calviño el prestigio del gobierno de España en Bruselas. Un prestigio que se ha debido también en buena parte a la presencia de ella misma en el Consejo de Ministros. Como siempre ocurre en estos casos, ha habido una retroalimentación entre la personalidad brillante de los actores políticos y el lucimiento de las instituciones que estos ocupan.

La sustitución de Calviño por otra personalidad semejante es imposible porque ciertas singularidades son irrepetibles. Por ello, Sánchez, que había delegado prácticamente toda la política económica en su vicepresidenta, tendrá que tomar a partir de ahora decisiones en este campo, hasta fraguar un nuevo juego de equilibrios en el Gabinete. La oportunidad de que una española presida el BEI no podía desdeñarse, pero este gobierno echará muy en falta a quien le ha infundido hasta su marcha una gran parte de su vitalidad.

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