Shikamoo, construir en positivo

“Envenenar la sangre”

José Luis Quintela Julián

José Luis Quintela Julián

Déjenme que no escriba un solo carácter más sin saludarles con cariño y respeto. Cada uno o una de ustedes es único -o única- e irrepetible, y en tal sentido es un tesoro. Todas las personas lo son, independientemente de sus circunstancias o del estado actual de su evolución personal. Obviamente, hay seres humanos que, por diferentes motivos, han sido y son capaces de actuar de forma continuada desde la abyección y las ideas más execrables. Pero es un buen ejercicio tratar de deslindar, en lo posible, a la persona de sus actos. Y, así, intentar ver al otro siempre desde la mayor generosidad posible, intentando sumar más que restar. Y es que en este efímero paso por la existencia, cuanto menos odiemos y separemos, y más seamos capaces de aglutinar y de amar, más felices seremos. Hace mucho tiempo que yo lo tengo claro. ¿Qué le parece a usted?

Pero si hay un punto de vista desde el cual los beneficios de tal suma son mucho más evidentes, este es el de los movimientos humanos por encima de las fronteras. Meras barreras políticas y administrativas, por otro lado, creadas por la especie humana y sin mayor recorrido que ese, siendo muchos los fenómenos de toda índole para los que las mismas son invisibles. Para las personas y su búsqueda de una vida mejor no, atrapadas desde tal punto de vista legal a veces en territorios muy hostiles, aunque paradójicamente son esos tránsitos los que más han enriquecido siempre a la Humanidad.

Les he hablado muchas más veces de los genes recesivos y de la consanguineidad. Vivo en un lugar donde todos son entre sí, como poco, primos. Esto, unido a los avances de índole médica y relativos a los cuidados, hace que las tasas de mortalidad del feto en el embarazo y del neonato sean muy bajas. Además, una vez más, la capacidad de reproducirse y tener a su vez descendencia no está tan ligada como antaño a la fortaleza intrínseca del nuevo ser, sino que crecemos entre algodones y, muchas veces independientemente de la calidad de la carga genética del individuo, con lo que tales genes son capaces de culminar el proceso de transmitirse a un ser humano de nuevo. Esto, que es maravilloso y deseable desde el punto de vista de los derechos humanos y de la ética, es malo desde el de la calidad de la especie, implicando el afloramiento de tales genes recesivos y sus síndromes y patologías asociados. Y es que, para la Naturaleza, el cruzamiento recalcitrante entre individuos próximos es negativo. Esa es la razón por la cual los frutos son atractivos en el árbol, para que en el proceso de ingestión, digestión y defecación por parte de un tercero, se expandan las semillas contenidas en ellos lo más lejos posible. Es fundamental el cruzamiento entre estirpes distintas en el reino vegetal, en el animal y, en particular, entre los humanos también.

Es por eso que las palabras de Donald Trump sobre la inmigración están profundamente equivocadas. Y es que una de sus últimas lindezas, que algunos replicarán pronto en otros contextos y también aquí, dice que “la sangre inmigrante está envenenando a los Estados Unidos”. Tal aseveración denota dos cosas. La primera, un profundo odio. Pero la segunda es aún peor y es que tal inquina está basada en una extrema, extremísima, ignorancia. Porque si hay algo que regenera, pone el contador a cero de la consanguineidad y hace mucho más fuerte a la especie es, precisamente, la inmigración. Pero una inmigración acompañada de integración, que hace que el resultado sea un genotipo más sólido desde tal punto de vista de la dotación genética de los nuevos seres, con una mayor variabilidad lo que, paradójicamente y parafraseando a Trump, lleva a una “sangre más limpia” de problemas presentes y, sobre todo, futuros. Esto que nos lo cuenten en Galicia... Queridos y queridas, nos morimos. Nuestra comunidad, ante la inopia general y la falta de perspectiva y orientación a resultados de quienes nos dirigen y administran, va a menos en lo más crucial. En las personas... Somos cada vez menos y algunos, además, no hemos tenido la decencia de colaborar ni un poquito en frenar el alto declive demográfico en nuestro entorno. Pero, ante ello, los que vienen nos van salvando. Lo hacen en materia de trabajo, de aportación a las pensiones y de otras ventajas evidentes, le pese a quien le pese. Pero, y esto es aún mucho más importante, renuevan el plantel genético a nuestra disposición, siempre y cuando se produzca una integración real, con hijos nacidos de parejas mixtas entre locales y foráneos. Esto nos hace más fuertes y resistentes, justo al revés de aquello de casarse con el primo segundo por parte de padre, que a la vez era primo también por parte de madre, tan practicado en nuestra tierra.

Podemos llamar a las cosas por su nombre o, alternativamente e inventando la realidad en esta época donde la desinformación y la falacia están más presentes que nunca, insistir en ideas falsas que, combinadas con altas dosis de inquina y perversión, pueden destruir y matar. Las ideas de Trump están por ese camino, obviamente y como ya nos ha demostrado en el pasado. De usted depende, querido amigo o amiga, creérselas o no.

El 23, en la columna, me limitaré a desearles una Feliz Navidad, intentando limpiar tal concepto de todas las capas de la cebolla en clave de consumo que le ha adscrito al mismo esta sociedad posmoderna del XXI. Pero el 27, si nada raro acontece, traeré a estos pagos el aberrante concepto de “coaching cuántico”. Una patraña bien orquestada para engañar y, como no, sacar tajada a cuenta de los más despistados...