María, “bendita eres entre las mujeres”

Ana Bernal-Triviño

Ana Bernal-Triviño

Navidad. Portales de Belén. Nacimientos. Jesús, José y María. Mucho análisis de veneración religiosa sobre ella y desde diferentes interpretaciones. Pero desde que san Lucas dijo en su evangelio: “Bendita tú entre las mujeres”, María pasaba a ser la pauta sobre el resto de las humanas.

Pero si retiramos lo divino de su figura, nos queda analizar a María como personaje histórico y como mujer. Y justo por su sexo, la vida de María tiene bastante de real y sirve de muestra de otras muchas. Para empezar, es la madre de Jesús pero, salvo la anunciación, su presencia en la Biblia es más bien poca. Hay que acudir a los evangelios apócrifos, aquellos que están al margen del relato oficial, como el Libro de Santiago.

Ahí, obviamente, todo queda ajeno al análisis científico, como cualquier religión. Lo excepcional ya empieza desde antes de llegar. Como que sus padres, Joaquín y Ana, no tenían hijos y, entonces un ángel obra el milagro y Ana se queda embarazada de María. Así, ya era más fácil convencer de que la historia se repetiría años después.

Lo que sí nos certifica su posición social como mujer fue su destino. Y es que en aquella época las niñas ya podían casarse a partir de los doce años y seis meses. A Zacarías se le aparece un ángel que manda reunir a “todos los viudos del pueblo (…) y aquel a quien el Señor envíe un prodigio, de aquel será María la esposa”. Poco menos que un sorteo. Y aquí llega un José mayor y viudo. Dicen algunos textos que él, unos setenta años. María, unos quince.

Se acuerda la relación divina y, como marcaba la norma, hay un año de compromiso y después se celebraría el enlace. Y entre esas dos etapas se viene el momentazo: la anunciación sobre María, por parte del ángel Gabriel. Y llega el culebrón, porque San Mateo nos cuenta que José abandonó a María en secreto porque él la consideraba adúltera. Cómo no, siempre esa sospecha sobre nosotras. Pero claro, la ley decía que si la quería repudiar debía ser de forma pública. Y entonces un ángel le advierte a José que no la abandone, porque él sería el padre del Mesías. Y él, entonces, obedece.

Y a partir de ahí, la huida, el parto y el resto de la historia. Se dice que María murió cerca de los 60 años. Y, ella, sin pretenderlo, se convirtió en la vara de medir para el resto de mujeres. Las revisiones históricas nos confirman cómo el patriarcado se encargó de usar su figura para marcar la pauta de la buena y mala mujer, de la buena y mala madre. Porque en Ana y en María, lo importante era tener descendencia. Ese era nuestro único valor y función durante siglos.

Hoy, al margen de la religión, nos sorprenden esos matrimonios. Y, sin embargo, la vida de María refleja aún el destino de tantas otras niñas ahora sometidas a matrimonios forzados no por orden divina sino cultural o política, casadas con hombres mayores, que las violan como menores y las dejan embarazadas, coartando sus vidas para siempre. La historia poco bendecida, y poco diferente, para otras mujeres por mucho que pase el tiempo.

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