Hacer previsiones en un mundo agitado
Tenemos que acostumbrarnos a vivir en un mundo económico de complejidad creciente. La interconexión global, que se ha visto reforzada por la digitalización, hace que los mecanismos en juego en cada momento hayan aumentado notablemente. Sin perder de vista el surgimiento de nuevas dimensiones como la del cambio climático o el riesgo perenne de una nueva pandemia global. Acontecimientos en el Mar Rojo o en ciudades portuarias chinas, episodios bélicos a miles de kilómetros de distancia pueden generar impactos significativos en una pyme instalada en cualquier pueblo gallego en cuestión de días.
La enorme capacidad de adaptación del ser humano actúa a nuestro favor. La reacción a la mayor incertidumbre y los nuevos riesgos está siendo la reducción generalizada de la aversión al riesgo y el diseño de planes B en tiempo real. Pero lo anterior no llega para compensar y los analistas nos encontramos con enormes dificultades para vislumbrar futuros. Cuando se nos pregunta sobre cosas como el crecimiento del PIB que esperamos en 2024 o cuál será la evolución de los precios o del euríbor nos vemos obligados a extrapolar bajo el discutible supuesto de que no habrá sorpresas y, los más prudentes, a hablar de intervalos de confianza.
Con todas estas cauciones, esta semana convocamos una rueda de prensa desde el Foro Económico de Galicia para comentar los datos de coyuntura. Y fue inevitable que los periodistas nos preguntasen sobre la economía gallega en 2024. La respuesta, en síntesis, es la siguiente.
Acabaremos 2023 con un crecimiento entre el 1,5% y el 2%; por debajo de España. Y el año 2024 será ligeramente peor, en el entorno del 1,5% y cerca de la media española. Los datos que va generando el indicador mensual de actividad económica del Foro invitan a pensar que la desaceleración está siendo tenue. Incluso es posible que las estimaciones del IGE para el segundo semestre del año que acaba de terminar estén sesgadas a la baja, como consecuencia de los ajustes técnicos que hizo el INE y que el IGE ha tenido que trasladar a sus propias cuentas.
En definitiva, mi conclusión es que, con la información de que disponemos en estos momentos, 2024 no será, en su conjunto y a escala agregada, un mal año en lo económico.
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