LA PELOTA NO SE MANCHA

El Dépor pone el piloto automático y Riazor celebra

Yeremay ante el Fuenlabrada

Yeremay ante el Fuenlabrada

Carlos Miranda

Carlos Miranda

Cuando Davo vio la tarjeta roja, todo el deportivismo se frotó los ojos para saber si era cierto el color que había captado en el primer vistazo y, sobre todo, para preguntarse si el guion de un partido tranquilo para el Dépor tenía que buscarlo en la estantería de ciencia ficción. Fue una acción en la que todos fallan. El asturiano, por inocente; Alba, por listo; y el colegiado, por exceso de celo. Fue un chasquido que parecía romper el idilio. Habían sido quince minutos demoledores, paradigmáticos del nuevo Dépor. Tampoco es que le sobrase la comodidad en el juego, pero era sólido y contundente. Una pegada de peso pesado que un equipo tan liviano como el Fuenlabrada no podía resistir. Se había ido dos veces a la lona en 13 minutos, pero ahí estaba el trencilla López Parra para ofrecerle una mano a ver si se levantaba.

Ni así. Ni con uno más el Fuenlabrada, candidato al descenso, inquietó en todo el partido a un Dépor con las ideas claras, velocidad de crucero y dinamita en las piernas de su frente de ataque, sobre todo en las de sus dos joyas, Mella y Yeremay. Es un disfrute verlos jugar, Riazor celebra cada una de sus jugadas. Por calidad, por identidad. Al equipo coruñés le podrían haber expulsado a alguno más que, aún así, habría sido inabordable para su contrincante. Por defensa, por seriedad, por armazón, por sus niños. Incontenible.

Al Dépor se le ha puesto, al fin, cara de candidato al ascenso directo. Estuvo meses tambaleándose, sin rumbo. Ahora sí. Mucho le ha costado, mucho ha tardado. Riazor y el deportivismo celebran ese paso al frente, ese empaque de equipo maduro que sabe lo que quiere y que tiene las ideas claras para pelear por lo que siempre debió ser el objetivo irrenunciable. La grada, a pesar de los infinitos golpes, siempre ha estado receptiva, siempre ha querido llevarse una alegría tras otra. Es el momento y con su gente, con sus canteranos, esos que se han mostrado irresistibles y que han destrozado la puerta del primer equipo.